La cultura en peligro
El pasado viernes tuvo lugar en la plaza del Ayuntamiento de Pamplona una manifestación bajo el lema S.O.S cultura, la cultura en peligro, promovida por trabajadores y trabajadoras de diferentes ámbitos culturales.
Bien es cierto que la cultura es una de las grandes perjudicadas tras el Covid. Se han cerrado salas, locales, se han reducido aforos, se han cancelado multitud de eventos culturales. Con esto, los profesionales del sector se han visto altamente afectados, muchos de ellos reduciendo a 0 sus ingresos. Pero lamentablemente esto no es nuevo. El Covid sólo lo ha puesto un poco más de manifiesto. El sector cultural es uno de los más castigados e infravalorados (si bien es cierto que vivimos en una sociedad en la que nos cuesta valorar el trabajo ajeno, por lo general).
Los recortes en cultura son una constante, y, sin perder de perspectiva que otros sectores de primerísima necesidad son bombardeados por incesantes recortes, conviene recordar que la cultura es un bien y un derecho indispensable en cualquier sociedad. Por supuesto, en cualquier sociedad que quiera ser crítica, analítica, reflexiva, empática, humana, hermana.
Es bastante frecuente en este país que a los y las estudiantes de carreras artísticas como música, por ejemplo, se les pregunte “qué más estudian”. De hecho, muchas de estas carreras (interpretación musical, arte dramático…) no tienen un hueco en las universidades, aunque los papeles digan que el título es equivalente. El hecho de que estén o no dentro de las universidades es menor, pero simboliza muy bien qué lugar ocupan las artes y qué valor se les da en la sociedad. Titiriteros, perroflautas, muertos de hambre, musicuchos, pintamonas, juntaletras… son calificativos que muchos convierten en despectivos para referirse al gremio cultural.
Desde el punto de vista del ciudadano, es cierto que como bien de consumo propio, acepta y quiere cultura, pero no a cualquier precio. Hablando claro, nos gusta consumir cultura gratis. Como ciudadana, por supuesto, también prefiero reducir gastos en mi ajustada economía, y poder disfrutar gratuitamente de aquellas cosas que me gustan. Pero siempre sabiendo cómo y por qué son gratuitas. Es decir, cuando consumimos cultura sin pagar, puede deberse a dos motivos:
- La cultura está subvencionada
- Los artistas están o muy mal pagados (tristemente algo muy común) o directamente, no pagados (bis). Esto en muchas otras profesiones sería inviable. Como contratadores, sería muy importante justamente eso, hacer contratos dignos a los artistas que se contratan. Como consumidores, deberíamos saber, por ejemplo, que las descargas ilegales son eso, ilegales. Y, sobre todo, injustas, porque hay alguien que no está cobrando su trabajo. Los gobiernos deben ponerse las pilas, pero también, como siempre y como en todo, la responsabilidad y el respeto ciudadano son indispensables.
Otra de las cosas que pasan con la cultura es que hay dos baremos. Por espectáculos consagrados de artistas internacionales, de profesionales conocidos, se pagan auténticos dinerales. Los conciertos de gran magnitud se llenan, pero las salas pequeñas de conciertos, los pequeños teatros, muchas veces tienen problemas para llevar a cabo sus espectáculos por falta de público. Y no es una cuestión de precio, está claro.
Hace poco escuché a alguien decir que los museos estaban igual de vacíos antes que después de la pandemia, y así es. Lo mismo con conciertos y espectáculos de artistas menos conocidos. Pero el arte, la cultura está a nuestro lado. En nuestro barrio, nuestro pueblo, nuestra ciudad. El “consume local” también lo podemos extrapolar a la cultura, porque si miramos a nuestro alrededor, veremos que hay mucha cultura, de muchos ámbitos, mucho talento, mucho esfuerzo, muchas ganas y mucha dedicación. La cultura, el arte, son artesanía, son trabajo constante, tenaz, del que no mete ruido, del de pico y pala. Si consumimos nuestra cultura, estaremos no sólo posibilitando que muchas familias puedan llevar un sueldo a casa, sino que haremos nuestro entorno más rico, más interesante, más unido, más humano.
María Suberviola
@musasyfusas