LUNES CRÍTICO
VUELO DE IDA Y PAZ
Le invadieron un sinfín de sensaciones. Todas soñadas, algunas insospechadas y la práctica mayoría placenteras y eufóricas. Nadie podría con él en ese viaje, donde ya, no tenían cabida ni el dolor ni la tristeza.
Bailó con su padre; su madre dormía plácida frente a su añorado mediterráneo; abrazó a sus hijas; se rió por fin de ellos, enterrando a los demonios; también le perdonó él, Ricardo; sus hermanos bailaban en grupo, junto a su padre y él; Adriana, su mejor amiga hacía el amor y acompasaba sus pasos, acompañándole así en el viaje; también se cruzó con un gran número de pájaros, entre todos dibujaban con su vuelo corazones, espirales y arcoíris, formando unos preciosos abstractos coloridos. Fijándose bien en sus rostros reconoció a todos los ausentes que habían sembrado maravillosos huertos frutales en su vivencia.
Justo delante de él, interrumpiendo su camino, un enorme muro de piedras apiladas. En cada piedra, su dolor y su tristeza, su rabia y empatía también. Entre todas, una lucha: "yo mando!", "yo puedo con todas!"...
El placer se quintuplica cuando David decide consciente otorgar la fuerza suficiente a la rabia para sentirla tan intensa que, en ese momento vuela, vuela tan alto que sortea, por fin, a su dolor y a su tristeza. Llenándose entonces de una extraordinaria dicha decidió, en ese preciso instante, no comprar el billete de vuelta.