CONFINADOS 2
LUNES CRÍTICO
Marta Salas
11:59 12/10/20
Marisa, de un fuerte carácter, comenzó a organizar el confinamiento. Enseguida, ciertos ronquidos nocturnos se hicieron molestos; la ocupación del baño excesivamente larga por las mañanas por parte de Gabriel que decía que tenía que escribir cartas larguísimas al Rey emérito; el desorden de Martina y su adicción desmedida al tabaco; y la manía de Maitane de reclamar silencio absoluto en la casa cada mañana para su práctica diaria de yoga, acompañada siempre de un disco que consistía en el sonido de las olas del mar. A ella le relajaba, pero al resto -todos bastante viscerales-, les enervaba ese sonidito mañanero y la obligación de aquel silencio impuesto. La tensión podía cortarse con un cuchillo para el segundo día.
Pronto se revelaron, cada uno, sin hacer piña. Todos exigían sus derechos, y Marisa, dueña de aquella casa se hizo con el mando. Un mando militar, extremista y no falto de malas maneras y órdenes inconexas que comenzaron a convertir el paisaje en el mismísimo infierno.
Martina era un foco de disputas, alérgica a los ácaros, a la leche, al huevo, al pelo de los perros y a los frutos secos. No era extraño que tuviese aquellos dolorosos cólicos intestinales casi a diario. Estaba amargada y no contribuyó ni un sólo minuto al bienestar en aquella situación de confinamiento, todo lo contrario. Su enfado comenzaba al despertar y terminaba al acostarse.
Maitane defendía la dictadura impuesta por su novia, era evidente que la quería, pero también la temía.
El primero en plantar cara fue Gabriel, su educación patriarcal que siempre había considerado nefasta, renació como el Ave Fénix, del modo más extremo. El monstruo que tenía bajo llave despertó para sembrar una justicia propia del siglo XIX. Se sentía por encima de sus compañeras de confinamiento, protector y responsable de todo lo que sucedía entre aquellas paredes. Pretendía repartir las tareas domésticas, la suya, fundamentalmente era el mandato y control de todos los quehaceres.
A Marisa le fue asignado el papel de cocinera; Martina mantendría limpio el baño, no podía verse ni un sólo pelo del peludo Gabriel y debería mantener la mampara y las vasijas como chorro de oro; Maitane barrería y fregaría a diario toda la casa y limpiaría con ahínco todos los cristales de las ventanas; Gabriel controlaría todas las labores desde la chaisse longue, visionando Telecinco y Teledeporte, mirando de soslayo la actividad de las que ya consideraba sus esclavas en aquel confinamiento. Nunca imaginó que no saldría vivo de aquella casa. Continuará el próximo lunes...
Pronto se revelaron, cada uno, sin hacer piña. Todos exigían sus derechos, y Marisa, dueña de aquella casa se hizo con el mando. Un mando militar, extremista y no falto de malas maneras y órdenes inconexas que comenzaron a convertir el paisaje en el mismísimo infierno.
Martina era un foco de disputas, alérgica a los ácaros, a la leche, al huevo, al pelo de los perros y a los frutos secos. No era extraño que tuviese aquellos dolorosos cólicos intestinales casi a diario. Estaba amargada y no contribuyó ni un sólo minuto al bienestar en aquella situación de confinamiento, todo lo contrario. Su enfado comenzaba al despertar y terminaba al acostarse.
Maitane defendía la dictadura impuesta por su novia, era evidente que la quería, pero también la temía.
El primero en plantar cara fue Gabriel, su educación patriarcal que siempre había considerado nefasta, renació como el Ave Fénix, del modo más extremo. El monstruo que tenía bajo llave despertó para sembrar una justicia propia del siglo XIX. Se sentía por encima de sus compañeras de confinamiento, protector y responsable de todo lo que sucedía entre aquellas paredes. Pretendía repartir las tareas domésticas, la suya, fundamentalmente era el mandato y control de todos los quehaceres.
A Marisa le fue asignado el papel de cocinera; Martina mantendría limpio el baño, no podía verse ni un sólo pelo del peludo Gabriel y debería mantener la mampara y las vasijas como chorro de oro; Maitane barrería y fregaría a diario toda la casa y limpiaría con ahínco todos los cristales de las ventanas; Gabriel controlaría todas las labores desde la chaisse longue, visionando Telecinco y Teledeporte, mirando de soslayo la actividad de las que ya consideraba sus esclavas en aquel confinamiento. Nunca imaginó que no saldría vivo de aquella casa. Continuará el próximo lunes...