VIVIR PARA SIEMPRE

JOSÉ MANUEL LÓPEZ SEP

En el libro de Markus Gabriel El ser humano como animal se tratan  numerosas  cuestiones referidas a la naturaleza y a la condición humana de nuestro presente. Una de las más importantes, sin duda, es la del sentido de la vida. Es evidente según plantea la ciencia, que la vida del ser humano en la tierra y la duración del sistema solar y el universo es limitada en el tiempo. En el caso del sol, dentro de unos 5.000 millones de años explotará destrozando nuestro planeta totalmente. En relación con el universo, según las últimas investigaciones, el tiempo que le resta de existencia es de unos 90.000 millones de años hasta, según otros científicos o astrónomos, 900.000 millones de años, aproximadamente.

Ante esto, urge cada vez más reconsiderar el tipo de vida que queremos en este mundo tecnológico, en el que estamos inmersos. Es preciso saber que debemos humanizar mucho más la vida y las relaciones sociales de los seres humanos. Y la idea de bien debe ser el planteamiento rector de la especie humana, para la potenciación del progreso, en todos los sentidos posibles.

Como indica Markus Gabriel “Vivir es un riesgo y al final lo perdemos todo” sabia frase de este filósofo alemán. No podemos pretender que la existencia discurra sin ningún riesgo, ya que es literalmente imposible. También es evidente que la supervivencia no puede ser lo único importante en la existencia humana, ya que no representa el sentido de la vida. Lo que es indudable es que, desde la racionalidad es preciso fijar prioridades, para dotar de auténtico sentido a los proyectos vitales personales. De otra manera, desaparece el sentido.

Según la filósofa estadounidense Susan Wolf el sentido de la vida se halla en las actividades que nos apasionan, en lo que preferimos o amamos. La cuestión clave es saber qué es realmente lo que nos gusta o apasiona, para llenar de sentido lo que hacemos y vivimos. La cantidad de preferencias o actividades, que pueden escoger las personas para dar sentido a su vida son muy variadas y prácticamente interminables en su consideración.

El hilo del sentido está en el placer y en la satisfacción que encontramos en lo que hacemos y sentimos y es algo que siempre está a nuestro alcance. Si fuéramos inmortales, según algunos pensadores, no seríamos felices, ya que nos aburriríamos soberanamente. No estoy tan seguro, ya que se podrían vivir diversas vidas, con nuevas costumbres o incluso identidades, si así se deseara. Como plantea Markus Gabriel “¿Y qué sucedería si toda la sociedad fuera inmortal?

Son preguntas que están de actualidad, si pensamos en los extraordinarios avances en la ciencia médica, en el campo del rejuvenecimiento celular y la genética sintética.

Realmente, los espectaculares desarrollos en el ámbito de la ingeniería genética y en la tecnología están abriendo posibilidades, que parecían imposibles hace unas décadas. En este aspecto, la Bioética es cada vez más esencial para la protección de las personas, ante la Inteligencia Artificial y los desarrollos de la investigación médica, que son cada vez más sofisticados y que pueden cambiar lo que es la especie humana.

Se puede pensar en el transhumanismo y la fusión entre el ser humano y el robot o la máquina. Los ciborgs ya son una realidad y pueden ser el futuro, de tal forma que lo que se entiende por humano puede sufrir una considerable transformación. También la hibridación o la creación de quimeras, con una combinación de animales puede ser aplicada a los seres humanos, aunque, como es lógico, no está permitida por las leyes de los países.

También es preciso que se reconozca, que la clonación de órganos para salvar vidas es adecuado y positivo. Además, el uso de prótesis electrónicas para  mejorar las condiciones de vida es bueno, ya que son muy útiles y beneficiosas. Todos estos logros son el inicio de una prolongación o extensión de la longevidad humana.

Se podría decir que el secreto de la felicidad está en averiguar qué es lo que te gusta hacer, para dirigir todas las energías en esa dirección. El problema es que mucha gente no sabe lo que le gusta o no lo quiere descubrir, porque es más cómodo dejarse llevar por la inercia de una vida monótona y gris, basada exclusivamente en las comodidades materiales y en la diversión sin más. Afrontar la vida como una gran aventura, como decía el gran psiquiatra Carl Gustav Jung, es lo mejor para sentirse bien y disfrutar realmente de una vida plena, con una mentalidad positiva, como si fuéramos a vivir varios cientos de años. De este modo, haremos realidad proyectos y metas. Estaremos persiguiendo nuestros sueños sin miedo.