EL NUEVO FRENTE DE BATALLA DE LA EPIDEMIA

Atención primaria. IMAGEN DE ARCHIVO

 

 

El protagonismo de esta epidemia lo ha asumido, hasta ahora, y sin posibilidad de ser desbancado, nuestro sistema hospitalario en general… y las UCIs en particular.

Hasta ahora, todo ha rondado sobre si se podía atender a todas las personas que acudían a urgencias, sobre a quién se le ingresaba en una UCI o no…, sobre si había o no respiradores suficientes, sobre cómo iban cayendo los profesionales con positividad al bicho…

Una vez que la ola de la epidemia va decayendo y las autoridades se han planteado desmantelar el confinamiento obligado de la población, quienes están viendo las “orejas al lobo” son otros sectores de la sanidad.

Ahora, el frente de batalla, al igual que ocurre en las contiendas militares, estará en la Atención Primaria, en primer lugar, junto al  sistema de control epidemiológico de la  población en riesgo.

Me ha resultado muy interesante por su contenido un artículo que he leído hoy mismo en el diario digital “El Confidencial”. Muy clarificador en la descripción de la actual realidad. Y, como me ha parecido de alto interés, voy a ir comentando cosas “al vuelo” respecto al mismo.

Los tres periodistas autores del artículo muestran una realidad que está afectando tanto a nuestro país como a los demás países. Y sacan las vergüenzas a las autoridades sanitarias del nuestro, respecto a lo que se nos viene encima.

Hay que partir de un hecho incuestionable: que la Sanidad española está segmentada bajo un conglomerado de administraciones autonómicas. Y cada Comunidad Autónoma ha elegido su mejor  forma de implementar el sistema de salud… como le ha parecido. Y ahora que tan necesaria es una información coherente entre los diferentes territorios, nos encontramos con que cada Comunidad Autónoma maneja, por ejemplo, sistemas informáticos diferentes. ¿Ah?

Los articulistas enfocan con precisión hacia el importante lema de la OMS en cualquier epidemia: “testar, testar y testar”. Y este lema se complementa con la siguiente indicación: "Hagan test a todo caso sospechoso. Si dan positivo, aíslenlos, encuentren a quienes han estado en contacto estrecho hasta dos días antes de que desarrollaran síntomas, y háganles test también a ellos”…

Bueno, es coherente, ¿no? Ahora viene “lo chungo”: suponiendo, que es mucho suponer, que haya tests para toda la población española (que va a ser que no), ¿quién va a realizar los tests? ¿quién va a discriminar los resultados de los tests? ¿quién hará el seguimiento de los positivos? ¿quién va a investigar sobre los contactos que han tenido los positivos?

Como es normal, toda esta serie de actividades (y otras más que continúan cual “ristra de ajos”) van a necesitar de un personal y los recursos económicos correspondientes para mantener a ese nuevo personal. Y en esta labor de poner en primera línea nuevos recursos humanos, los demás países se están afanando de diversas maneras y en distintas cantidades.

Los autores del artículo, apoyados por las declaraciones de diversos epidemiólogos (unos con nombres propios y alguno “de estrangis” por la prohibición de hablar con los medios) muestran que en la realidad española no hay un plan uniforme para hacer frente a esta nueva etapa. Dicen que se traslada a las Comunidades Autónomas esa ingente tarea, y la administración central se desentiende de cómo van a poder llevar a cabo esa misión.

En el caso de poder ponerse en marcha esa, repito, ingente tarea, que requiere un montón de miles de horas de trabajo “de campo” y de estudio, se podría evaluar la denominada desescalada del confinamiento.

¿Cómo se va a observar y contener, en su caso, la aparición de un rebrote importante en alguna zona del país? ¿Cómo se va a calibrar el paso de fase en esta desescalada de cara a esa “nueva normalidad” que nos anuncian nuestras autoridades? En el artículo se hace mención expresa a que nuestro sistema de seguimiento quebró, saltó por los aires, hacia el 11 de marzo

Queridos colegas de Atención Primaria: me imagino que a estas alturas de la película ya sabréis quién va a “apechugar” con el grueso de la tarea, ¿no?

Para general información, de siempre, la Atención Primaria ha sido el primer detector cuando ha habido alguna alerta de salud pública: intoxicaciones alimentarias, por ejemplo. Ya mis colegas partían de una situación “de risa” (si no fuera porque dan ganas de llorar) de 7 minutos por paciente en las consultas ambulatorias… en el mejor de los casos. Porque, por ejemplo, en Ceuta, desde enero de este año de Nuestro Señor de 2020, se estipuló un intervalo de cinco (5) minutos… Y no me he equivocado, no.

La OMS recomienda como tiempo óptimo para “ver” a un paciente, al menos 10 minutos… Yo me pregunto: si con 10 minutos ya sirve para “atender” óptimamente a una persona enferma… ¿qué hago yo dedicando 90 minutos a cada persona que atiendo? Si os habéis fijado, he enfatizado los dos verbos. ¿Por qué? Pues me parece que con 5 – 7… ó 10 minutos, sólo se puede “ver” a un enfermo pero no “atender” como merece una persona que pide ayuda sanitaria.

En el artículo de referencia que he comentado, señalan asimismo unas cifras interesantes: la ciudad de Barcelona (que no es un lugar infradesarrollado, precisamente) posee un epidemiólogo por cada 935.000 habitantes. En muchas provincias (que aquí ya no voy a enumerar) sólo hay 1 – 2… 3… especialistas para toda la provincia. ¿Que, a lo mejor, puede ser suficiente en un momento de normalidad? Puede que sí, no sé; pero ahora… ¡¡¡que Dios nos coja confesados!!!

El artículo también pasa revista a los diferentes métodos que la técnica pone a disposición de las autoridades de cara al seguimiento de las personas. Desde las aplicaciones móviles, tanto los gigantes Apple como Google, ofrecen sus “amables y desinteresados” servicios a través del rastreo por Bluetooth… Ahora bien, según bien se señala, detrás de las maquinitas tendrá que haber alguien que controle la información. No todo lo guiarán los algoritmos, ¿no?

La cuestión es que la población occidental, y la española en particular, no es tan “permisiva”, tan dócil, con la injerencia en sus datos de intimidad o movilidad, como los habitantes de los países del extremo Oriente (como ya describí en los artículos “El Coronavirus y la Conspiración”). Ya no estamos hablando sobre la eficiencia o no del tratamiento de los datos frente a una pandemia, sino de que una estructura política y/o industrial meta la nariz en nuestras vidas una vez más… ¿Tendremos que elegir? ¿Nos forzarán a elegir?

Se calcula que serán necesarios muchos miles de personas para rastrear la evolución del bicho, y personas formadas, con habilidades en la relación interpersonal… En palabras de un epidemiólogo, “no necesitamos tests masivos, necesitamos test guiados. Sin el rastreo de contactos iremos a ciegas”. Y parafraseando a un médico de familia vasco, “porque testar ‘pa na’… es tontería”.

Salud para ti y los tuyos.