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A los niños, ¡¡ni tocarlos!!

Nurse administering the coronavirus vaccine to a a young girl patient with face mask in Doctors clinic. Immunization, medical treatment and Covid-19 vaccination program after clinical trial in humans. (Nurse administering the coronavirus vaccine to a
Enfermera administra la vacuna contra el coronavirus a una niña. IMAGEN DE ARCHIVO
A los niños, ¡¡ni tocarlos!!

Esta frase suena como muy categórica, lo admito, pero es que me resulta intolerable que se juegue con la salud de niños a través de una total connivencia de sus responsables legales, los padres, basada en un miedo irracional.

Y no sólo planteo la ausencia de criterio de los padres. Al fin y al cabo, no tienen por qué saber de qué van los asuntos técnicos de la salud. Critico abierta y especialmente la actitud del colectivo de médicos pediatras, verdaderos adalides de la instauración de la vacunación masiva de los niños.

Es bien sabido, por sus manifestaciones públicas, que este colectivo agrupado en la Asociación de Pediatría Española (AEP) y que no dudan en aliarse y poner su sello en productos de la industria alimentaria más antinutritiva (por ejemplo, en galletas y cereales industriales) aboga por la inclusión de la vacuna anti-Covid-19 en el calendario vacunal infantil en los primeros seis meses de edad junto a otras vacunas.

       
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¡¡Tremendo!! Unos experimentos que están todavía sin acabar, sin información fiable en cuanto a la seguridad a medio-largo plazo. Y tienen la osadía, la inconsciencia de pedir la vacunación universal de los niños españoles.

Pongo énfasis en varios argumentos que, con un mínimo sentido crítico, tumban ese intento de inocular unas sustancias experimentales génicas en los cuerpos de los niños. Y no me importa repetirme como el ajo, dado que los argumentos opuestos son usados de forma reiterativa, una y otra vez.

En primer lugar: para instaurar una vacunación masiva en los niños es necesario que exista una amenaza brutal, desmedida en el colectivo infantil que ponga en peligro su supervivencia. Y eso, señores míos, no es así.

Vayamos a las estadísticas de la Covid-19. Sí, soy un pesado, lo reconozco, pues ya lo he comentado otras veces… pero no hay manera. Lo tengo que volver a decir.

De entre los niños afectados por la Covid-19, vamos a ver la letalidad: el número de niños fallecidos. Si vemos la última tabla de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica, actualizada a fecha 22 de junio de 2021:

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  • De 111.186 niños menores de 5 años afectados por Covid-19 (que tendremos que creerlo sin cuestionarlo), han fallecido 4. Si hacemos un cálculo sencillo, nos sale una letalidad (mortalidad entre los casos de afectados) de 0’003%.
  • De 149.513 niños de entre 5 y 9 años (inclusive) afectados por Covid-19 (que también tendremos que creerlo sin cuestionarlo), han fallecido 5. Si hacemos un cálculo sencillo, nos sale una letalidad (mortalidad entre los casos de afectados) de 0’003%.
  • Y si continuamos un poco más con la siguiente franja de edad, entre los 10 y los 19 años (inclusive), de los 416.699 chavales afectados por Covid-19, murieron 13. O sea, la letalidad en esta franja de edad es de 0’003%.

En otras palabras y para que se me entienda sin problema: de cada 100 niños afectados por la Covid-19, la superan 99’997. ¿Esto es una emergencia como para querer vacunar a todos los niños de un país? (por no decir ¿a todos los niños del planeta?).

¿Saben leer las tablas de datos los pediatras? Si la respuesta es afirmativa, como creo que es (porque si no la cosa sería muy grave) ¿qué motivos tienen para exponer a los niños a estos productos?

Sabemos, al menos los que buscamos los datos, que se están suscitando problemas en una proporción mucho más amplia que cualquier otra vacuna en la historia de la Medicina. Y aquí voy a recoger datos norteamericanos, del VAERS, el sistema de notificación de reacciones adversas a las vacunas.

Aun sabiendo que es un sistema que “NO” funciona, dado que se calcula que recoge sólo entre el 1-10% de los casos reales de reacciones adversas, vamos a ver el número de muertes por millón de vacunados con una perspectiva histórica desde 2006.

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Podemos ver que la tasa de mortalidad por millón de vacunados, como efecto adverso está, desde el inicio de la gráfica (2006) mantenidamente en cifras cercanas a 1 fallecido por millón… hasta el inicio de la vacunación masiva con estos productos farmacéuticos de terapia génica.

¿Qué ocurre a continuación? Ni más ni menos que la mortalidad se dispara multiplicándose x10. Y aquí no vale aducir que eso es así porque se está vacunando masivamente. No, esto es una tasa por millón, no es el número de muertes “a secas” producido por un producto. Y una tasa es independiente del número concreto de vacunas que se estén poniendo.

Para más inri, la OMS, que no es santo de mi devoción como ya he dejado claro en diversos artículos previos, avisa en sus notificaciones que, “dado que los niños y adolescentes tienden a padecer una forma más leve en comparación con los adultos”, no prioriza su vacunación.

Es más, ve la necesidad de mayor evidencia sobre el uso de las vacunas Covid en niños para poder hacer recomendaciones generales sobre la vacunación infantil frente a la Covid-19.

De todas formas, no espero nada tras este tipo de declaraciones de intenciones, dado que tanto las empresas farmacéuticas como los reguladores de fármacos (y la misma OMS) edulcoran y maquillan los datos con lecturas totalmente sesgadas respecto a la eficacia y seguridad de estos productos génicos experimentales.

Basta recordar que la eficacia relativa del 95% de la vacuna Pfizer-BioNTech se traduce en menos de 1% en términos absolutos. Pero se quedan sólo con la primera cifra, y es lo que airean a bombo y platillos, radiantes de satisfacción, con una nube de flashes de fotógrafos. Son unos engañabobos.

Y lo más triste es que su mensaje cala en el cuerpo médico (¡¡no sé en qué están pensando!!), en las autoridades gubernamentales y, a través de los medios de comunicación y la censura feroz de toda opinión divergente, en la población, sin otra información con la que comparar.

Tanto en EE.UU. como en Europa, ya se ha aprobado la vacuna de Pfizer-BioNTech para vacunar a los chavales de 12 a 17 años. Y en España (no sé qué pretenden demostrar ni a quién) ya se ha planeado vacunar a los jóvenes de secundaria para los inicios del próximo curso.

¿Ya han comprobado el posible daño de estos fármacos a medio-largo plazo? Es que, incluso a corto plazo, en EE.UU., ya han fallecido varios chavales tras estas vacunas, y la sombra de las miocarditis avanza galopante.

Se puede opinar que no son muchos casos… pero es que, en condiciones normales, si esos chavales fueran afectados por la Covid-19, “NO LES PASARÍA NADA”. ¿Se entiende bien? Entre enero y marzo de 2021 no han tenido ningún chaval fallecido por Covid pero sí tras las vacunas. ¿Está claro? ¿Es necesario repetirlo de nuevo?

En España, menos mal que tenemos a figuras de prestigio en el terreno de la Ética (señalo la ironía), que velan por el bienestar de los españolitos de a pie. Han argumentado que el asunto requerirá el consentimiento informado por escrito de los dos padres tras escuchar la opinión del niño (¡¡ya me diréis qué pinta en todo esto la opinión de un crío!!).

Y que el tema será poco más o menos como lo que se hizo con los ancianos incapaces de generar una respuesta consciente y responsable sobre su vacunación. Todo se dejó en manos de los representantes legales, los hijos.

Recuerdo la decisión de un juez de Santiago que sentenció en contra de la negativa de una hija a que vacunaran a su padre, impedido psíquico (creo que estaba demenciado) e ingresado en una residencia gallega. Allí primó el bien individual, la necesidad de “preservar la vida” del anciano, en contra de la opinión de la hija que rehusaba ponerle la vacuna.

Y ahora se las están pensando a ver qué postura tomar, cómo argumentar, cómo responder a las posibles negativas de los padres a vacunar a sus hijos de Covid. Porque aquí, ante el nulo beneficio individual, ese tan cacareado beneficio/riesgo ante la vacuna está desproporcionadamente ladeado a favor del riesgo.

En este caso, la argumentación cambiaría: sería necesario primar el bien colectivo sobre el del niño, para poder llegar a una inmunidad de grupo, sin considerar los perjuicios que les pudieran suponer a los niños las posibles reacciones adversas de los productos experimentales. ¿Dónde está la Ética en este asunto?

¡¡No os atreváis a tocar a los niños!!

Salud para ti y los tuyos.

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