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No hay mal que por bien no venga (y 2)

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Consulta vía internet. IMAGEN DE ARCHIVO
No hay mal que por bien no venga (y 2)

En mi anterior artículo con el mismo título, me quise referir a las consecuencias de índole beneficiosa que hayan podido sobrevenir a través de este proceso pandémico. Y llegué al final del texto sin poder sacar a relucir los beneficios que hayamos podido obtener tras esta crisis social (que no sanitaria) en la que persistimos actualmente.

Una posible consecuencia positiva ha podido ser que, tanto el confinamiento como las siguientes medidas restrictivas de la movilidad (distanciamiento personal, toques de queda…), han podido fomentar una mayor fusión familiar en nuestra estructura familiar más cercana (pareja e hijos).

Claro que está también la otra cara (en la que no me quiero meter en este artículo), cuando las relaciones personales dentro de la familia venían ya maleadas y han estado que “saltan chispas”. Desencuentros, agresiones, etc.

En consulta he recibido a personas que me contaban en voz baja, porque les parecía algo difícil de airear, lo bien que les ha ido la obligatoriedad del encierro y las demás medidas coercitivas de los gobiernos de turno. Y les entendía perfectamente porque, en mi propio caso, también ha sido así en cierta manera.

Sí, el ambiente generado en mi círculo familiar más cercano, en una casa frente al mar y sin ninguna televisión que nos aturdiera con mensajes de miedo a todas horas, ha sido excelente. Y no me da rubor reconocerlo. Y en ese sentido, “bendigo” la oportunidad que la vida nos ha dado para fomentar ese entorno tan amable.

Evidentemente, que mi posición es diametralmente opuesta a la imposición de esas medidas que las autoridades han tomado de forma genérica a la población, más aún cuando todo ello, según las propias autoridades, ha sido “por nuestro bien”. ¡¡Ja!!

Pero una cosa no quita la otra. Para ser sincero, el caso de este grupo de personas a las que me he referido es minoritario si lo comparo con la cantidad de personas que he llegado a atender presas de ansiedad, miedo. Y todo ello disparado por un entorno dramático, belicista, en una lucha sin cuartel ni munición, ante un enemigo invisible que podía sobrevenir con el encuentro casual con cualquier persona.

Voy a referirme ahora a algo a lo que ya hice mención en el anterior artículo, pero desde la óptica negativa: la introducción del trabajo telemático en la atención sanitaria. Bueno, no ha sido una introducción sino una caída al espacio abierto sin red de protección.

Y lo que voy a decir, aunque pueda sonar contradictorio, a mi modo de ver no lo es. Estoy totalmente en contra de la versión telemática en Atención Primaria, donde se limita al máximo una de las fuentes de información fundamental de todo médico. Tocar, ver a corta distancia la cara de la persona, notar su respiración, incluso los pensamientos y emociones que desprende.

Todo esto, que conduce a la obtención de un buen diagnóstico, base fundamental para el posterior posicionamiento terapéutico, ha sido vetado por imperativo legal en base al miedo imperante. No fuera a ser que los sufridos ciudadanos contagiaran con algún microbio extraño el centro de salud (y centro de salud lo he puesto con minúsculas conscientemente).

En mi actividad profesional, por contra, juego con ventaja. Generalmente, utilizo el diagnóstico al que han llegado mis colegas o directamente la descripción de los síntomas que presenta la persona que acude a consulta. No necesito realizar una exploración médica convencional, con las consabidas inspección, auscultación, palpación, percusión.

Mi primera acción tras recibir a las personas en consulta y explicarles de qué se trata lo que vamos a hacer, es llegar a una interpretación de lo que el inconsciente de la persona ha construido en ella en forma de síntoma, enfermedad o conflicto.

Esta parte la ejerzo a partir de todo lo aprendido en diversas formaciones y tras mi experiencia de años de trabajo, tanto individual, propio, como con las personas que han acudido a mí a  lo largo de todos estos años. Y es lo que me permite utilizar procedimientos telemáticos sin caer en la contradicción a la que me referido anteriormente.

El primer encuentro con una persona lo utilizo para exponer su caso encima de la mesa, tanto sea de forma presencial como virtual. Este primer “cara a cara” de alrededor de hora y media me permite llegar a un cuerpo de hipótesis, un conjunto de conjeturas que he relacionado con el motivo de consulta. Todo tiene que tener su lógica. El inconsciente así lo demanda y en esa pauta se rige.

¿Y cómo actúo a continuación? En las siguientes sesiones de contacto, también tanto de forma presencial como virtual, realizo una inducción a la relajación y comienza “el juego”.

Tengo que sincerarme en cuanto a que, anteriormente, cuando alguien me solicitaba una consulta vía internet, siempre me negaba. En esta ocasión en la que se han limitado los transportes entre ciudades y comunidades, me vi “forzado” a abrirme a la nueva experiencia.

Tuve mis dudas iniciales pero me dije que, si no lo hacía, simplemente no podría atender a esa persona que solicitaba mi actuación. Y me lancé a ello. Y la sorpresa es que las inducciones a la relajación funcionaron perfectamente. Las realizo como las inicié hace unos años (ahora, de forma presencial, las hago más rápidamente), pero funcionan a la perfección.

Una vez teniendo a la persona tumbada y relajada, en contacto visual y sonoro directo y continuo gracias a los medios telemáticos, la interacción con la información del inconsciente de la persona sigue siendo perfecta. Ya he realizado un grupito de experiencias y ninguna me ha salido “rana”.

La persona, al final, sigue saliendo del ejercicio tranquila, serena y con un trabajo realizado que, ya dependiendo de lo acertado del enfoque y mi pericia, tendrá (o no) los frutos deseados: conseguir remitir unos síntomas, una enfermedad, solucionar un conflicto.

Ésta es mi nueva experiencia con los adelantos técnicos-informáticos. Y tengo que reconocer que si no hubiera sido por las dificultades que nos han impuesto gratuitamente nuestras autoridades, no me habría lanzado a ello.

Bueno, pues para las personas que no conozcáis en qué consisten mis actividades, deciros que suelo utilizar los mapas natales de las personas como ayuda a la observación-investigación de cada caso. Y me refiero a la Carta Astral y al mapa del Diseño Humano de las personas.

Soy consciente de que hay personas con menos de dos dedos de frente que no me perdonan el hecho de que como doctor en Medicina siga utilizando este tipo de recursos tan denostados por el cientifismo imperante. Lo siento pero como no me han fallado en los más de veinte años que llevo usándolos, uno u otro, los seguiré teniendo en cuenta a la hora de ver a quien requiera de mi ayuda.

Siempre aclaro que nunca hago un diagnóstico del caso en base a estos mapas constitucionales de la persona, pero me son de una inestimable ayuda en dos vertientes. Por un lado, me ayudan a encontrar pistas hacia donde mirar en cada caso. Por otro lado, me ayudan a recomendar modos de actuar, de posicionarse, de cómo saber decidir en cada momento de sus vidas.

Hay ocasiones en las que las personas me solicitan descripciones individuales sobre estos mapas natales. Mapas que considero verdaderos manuales de instrucciones que traemos bajo el brazo al nacer, al lado de esa barra de pan, como siempre se nos ha dicho.

En la actualidad, esos encargos siempre los realizo “en diferido”; es decir, a través de una grabación de audio de entre hora y media y dos horas de duración que luego la envío a través del correo electrónico. Esto ya lo venía haciendo desde hace años, más que nada porque los encargos venían desde zonas geográficas muy distantes, tanto de España como desde países sudamericanos.

Lo telemático también se ha colado en la faceta pedagógica. En estos momentos en los que han salido desde debajo de cada piedra “directos” en las redes, reuniones en línea (Zoom y otras plataformas), también he tenido alguna experiencia con algún curso básico de Diseño Humano con el título “Mi Plan Personal de Vida basado en Diseño humano”.

El resultado, tanto desde mi vivencia como desde el “feed-back” recibido de las personas que han participado, ha sido excelente. Esto ha motivado que me anime a lanzar más actividad en este ámbito de reuniones virtuales, tanto formativas como para construir otros encuentros, espacios en los que se puedan comentar cuestiones o compartir dudas en relación con el tema.

Si tuviera, entonces, que llegar a una conclusión-resumen de mis experiencias en cuanto al acercamiento a la técnica, me doy por satisfecho. No es que sea un prodigio (cualquier chaval me dará cien vueltas) pero me veo con una capacidad que, si no hubiera sido por la situación dolorosa vivida por el mundo entero, no lo habría llegado ni a plantear.

Y aquí viene el título de estos dos artículos: “No hay mal que por bien no venga”. Si he de sincerarme, siempre me ha parecido que el significado del refrán se refería más a que todo mal se producía a través de un bien… Será que mis entendederas no son demasiado resonantes con el modo de hablar del siglo XV. Yo habría construido la frase del modo siguiente: “No hay mal del que no surja un bien”.

Pues eso. Aprovechemos lo que la vida nos pone al alcance, y vivámoslo en plena consciencia.

Salud para ti y los tuyos.

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