HUIDA HACIA ADELANTE

HUIDA HACIA ADELANTE. IMAGEN DE ARCHIVO

En todo tipo de cuestiones, cuando experimentamos una realidad, lo más lógico es observar lo vivido, seguir observando las consecuencias de lo vivido… y, por último, ser capaces de replantearnos lo que en un primer momento se decidió hacer.

Aquí estamos viendo una continua huida hacia adelante. No importa si nos hemos equivocado en el planteamiento, en el cálculo de la realidad, en la conveniencia de lo decidido y/o en las consecuencias que se han generado.

Lo que habitualmente se ve en las personas u organismos tomadores de decisiones es una actitud de “mantenella y no enmendalla”. Quiere decir, insistir en lo decidido, haya habido el resultado que fuere. No dar su brazo a torcer, se tenga razón o no, se hayan visto consecuencias negativas o no.

Esta huida hacia adelante se observa por doquier: en las decisiones de los gobiernos de turno (estatal y autonómicos), en los colegios de médicos, en otras asociaciones profesionales de médicos…

No parece importar la evidencia de que las medidas como las mascarillas no valen para lo que dicen que valen respecto a los virus.

No parece importar que las PCRs sean un procedimiento nefasto e inservible a la hora de diagnosticar COVID con los umbrales empleados.

No parece importar que haya una letalidad mucho menor a lo anunciado inicialmente.

No parece importar que la población más en riesgo sea fundamentalmente la de personas mayores y generalmente con morbilidades concretas.

No parece importar que haya tratamientos alternativos, sobre todo cuando se realiza el inicio de la terapia al comienzo de los síntomas.

No parece importar que todas estas cuestiones las defiendan profesionales de prestigio.

No parece importar que la eficacia de los tratamientos génicos experimentales (las supuestas vacunas Covid) sea bastante menor de lo que dijeron en su lanzamiento, puramente propagandístico y con consecuencias de gran interés lucrativo (con cifras de 11 dígitos).

No parece importar que las variantes que vayan apareciendo se produzcan fundamentalmente como consecuencia de la vacunación masiva con productos que producen una inmunidad limitada, no esterilizante y enfocada a una sola proteína.

Se sigue con los mismos criterios y apuntando más hacia adelante en la misma dirección. Si esta descripción se trasladara al funcionamiento de una empresa, el equipo directivo estaría de patitas en la calle… a la de dos. No les  habrían dejado llegar a contar tres.

¡Pura ineptitud!

Pero lo más duro de digerir es que la ineptitud de los que toman decisiones ha sido y es seguida sumisamente por una población a la que se le ha sometido “al tercer grado”, cual lavado de cerebro.

Pero este adoctrinamiento se ha producido de tal forma que todo ha sido montado por nuestro bien, para preservarnos de la muerte. En el mensaje estaba implícito que era muy factible un desenlace fatal si nos topáramos en el camino de un cruel virus de aparición natural del que no había escape posible.

La información se desvela poco a poco.

Ya apenas hay dudas del origen humano del virus, un virus de diseño salido de las investigaciones de “ganancia de función”.

Ya están a la vista las patentes de la famosa proteína espiga y de sus subunidades, fechadas hace casi dos décadas. Ya se conocen las orientaciones en la aplicación de estas sustancias como parte de armas biológicas.

Ya se sabe que las actuales PCRs no son diagnósticas. De hecho, para tomar casos Covid como “casos de avance”, o sea casos de Covid tras ser vacunada la persona, se toman umbrales de 28 o menores. Ahora bien, se siguen contabilizando casos nuevos (falsos casos nuevos) en la población con umbrales mayores de 35, engordando artificialmente las estadísticas, ola tras ola.

Se sigue insistiendo tozudamente en la vacunación masiva cuando se ha comprobado que no esteriliza, no sirve para ello, y está generando nuevas “variantes de escape”. Los propios vacunados están enfermando, generando un campo de cultivo idóneo a estas variantes.

Pero no importa. Vamos a exigir un pasaporte vacunal para poder relacionarnos, para poder hacer uso de la hostelería, asistir a actos culturales, trabajar, etc.

¡Señores! Si las personas vacunadas están enfermando y muy fácilmente provocando contagios, ¿qué se espera conseguir con esas certificaciones? ¿Mostrar la obediencia? Una forma más de control de la población, de separar a las personas dóciles de las que no lo son. Una forma más de discriminar a la persona independiente y libre.

Nuestros gobernantes (y no olvidar que los mismos partidos políticos a los que pertenecen son los encargados de legislar y de poder modificar la legislación vigente) están llevando a nuestras sociedades, teóricamente democráticas y exigentes de libertad individual, hacia modelos de control de la población que ya existen, por ejemplo, en dictaduras como la china.

Y aquí no hago distinción entre políticos de izquierda ni de derecha. Ésta es una cuestión totalmente transversal. Espero que lo que está ocurriendo sirva para que la población se dé cuenta de cómo funcionan nuestros políticos y que no son dignos de nuestra confianza. Veremos qué ocurre en las siguientes consultas electorales. Será revelador.

En las últimas fechas, ha habido un inicio de movimiento de respuesta a través de un colectivo social (Padres por la Verdad) haciendo ver lo irracional de querer vacunar a los niños y adolescentes. Efectivamente, no han sido manifestaciones multitudinarias; pero menos es nada. No es posible que la sociedad se quede muda y paralítica ante lo que está sucediendo.

¿Que la letalidad en esas edades es “0%”? No importa. ¿Que la relación riesgo/beneficio se decanta por un mayor riesgo? No importa. La maquinaria del Estado se ha puesto en marcha y ha apuntado para vacunar a todo el mundo. Es que, ahora, en esta ocasión, parece ser que más que el bien individual, se debe primar el bien colectivo.

Hemos llegado al momento en que la anhelada inmunidad colectiva o de rebaño, ésa a la que íbamos a llegar durante este mes con el 70% de la población vacunada… va a ser que se nos escapa de entre las manos… Y como si fuera la zanahoria que el burro mira delante suyo, le impulsa para seguir el recorrido sin titubear.

Ya hará falta vacunar al 90%, 95%… el 100% de la población. ¿Están locos? Pues no sólo lo están sino que juegan con una baza a favor: la población está sin juicio discriminativo tras los lavados de cerebro ejercidos, con la implantación del miedo permanente durante un montón de meses (ya año y casi y medio).

Da igual que, por ejemplo, el responsable de vacunas de la Universidad de Oxford haya admitido que va a ser imposible llegar a la inmunidad de grupo a través de las vacunas pues no están funcionando...y aconseja dejar de hacer pruebas PCR masivamente a la población...Da igual. 

Aunque el jefe de los epidemiólogos de Islandia haya admitido (no a las claras) que la inmunidad natural, mucho más completa que la provocada por estos fármacos experimentales, es la forma de llegar a la tan anhelada inmunidad de grupo, la siguiente decisión es vacunar de una tercera dosis.

¡Ah!¡Peligro! Que se ha visto una variante mucho más transmisible y de mayor letalidad (palabras del Dr. Anthony Fauci) que el bicho de Wuhan… Que se le ha dado en llamar variante Delta.

Pues sólo se ha tenido que dejar un poco de tiempo para observar que sí, que es más transmisible… pero bastante menos letal que el virus original (ése que todavía no se ha aislado ni purificado convenientemente).

Y también se ha podido comprobar que las personas vacunadas siguen siendo afectadas por esa variante. Y de entre ellas, las personas del grupo de riesgo, ancianos y con morbilidades, siguen muriendo con la presencia del bicho en cuestión.

Pues nada, vamos a por la tercera dosis. Incluso cuando la OMS se opone porque eso significa no distribuir estos productos a zonas del mundo más desfavorecidas, a las que no están llegando.

Y luego vendrá otra variante… y otra… en una rueda sin fin. Los virus, siguiendo la teoría microbiana, van a intentar sobrevivir a pesar de las barreras que se les ponga. Es algo parecido a lo que se supone como actúan las bacterias, organizando resistencias a los antibióticos usados indiscriminadamente por la Medicina y la Veterinaria.

“¡Mantenella y no enmendalla!”

Ahora estamos viendo el caso de un farmacéutico en estado grave, intubado y sedado en la UCI del Hospital Universitario de La Plana, en Vila-real. Ante la evolución de suma gravedad y la ausencia de beneficio de los tratamientos proporcionados por el hospital, la familia solicitó un tratamiento compasivo con Ozonoterapia.

Pues no veáis el revuelo que se ha organizado en el hospital, en el Colegio de Médicos, en el sindicato  médico CESM-CV, en el Departament de Salut y en los medios de comunicación, negando la posibilidad de administrar ese tratamiento, considerándolo “pseudociencia”.

Ante tal despropósito, se puede leer la réplica de la Asociación Española de Profesionales Médicos en Ozonoterapia (AEPROMO) el día 16 de agosto, colocando los puntos sobre las íes sobre una sinrazón más de nuestras autoridades sanitarias. Se puede acceder a través de este enlace.

¿No será que no se quiere probar compasivamente este tipo de productos (como otros) porque son sumamente baratos y no patentables por la industria farmacéutica?

Es increíble cómo uno de los argumentos del “establishmen” sanitario en este caso es que el ozono no se ha probado concienzudamente como totalmente seguro y eficaz en Covid… Pero… ¿cuáles de los fármacos que se están utilizando actualmente está plenamente aprobado como fármaco seguro y eficaz frente a este cuadro?

Lo dicho: ¡mantenella y no enmendalla! Una auténtica huida hacia adelante.

¿Qué actitud debemos mantener frente a este tipo de tropelía? Mantenernos en centramiento, sin caer en el miedo ni dejarnos presionar en todos los intentos que se están organizando en aras a minar nuestra posición.

No caer tampoco en el chantaje emocional, en discusiones que sólo pueden llevarnos al desgaste. Seamos selectivos, aceptando a cada persona con su percepción y su verdad, pero seleccionando dónde y con quién merece la pena estar y compartir nuestro tiempo y nuestra energía.

¿Os acordáis de esa canción que se oyó hasta la saciedad en los meses de confinamiento? Pues eso. Resistencia.

Salud para ti y los tuyos.