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Ética

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Cartel Ética. IMAGEN DE ARHCIVO

Ayer mismo leí un artículo de opinión escrito el día 8 en un diario médico digital, firmado por Federico de Montalvo Jääskeläinen, presidente del Comité de Bioética de España, actualmente incluido en el Ministerio de Sanidad. El titular es muy explícito: “¿Debemos priorizar ahora la vacunación de los jóvenes?”.

Y es que no paran. Desde diversos sectores (políticos, sanitarios, educativos, ahora ni más ni menos que desde la “Ética”) se está acorralando a este sector de la población: la infancia está avisada… ahora toca cebarse sobre la juventud.

La presencia de este señor en el Comité de Bioética de España viene desde 2013, cuando ocupó su vicepresidencia. Y de ahí ascendió a la presidencia en 2019. Es un jurista, profesor en el área de Derecho Constitucional, que también forma parte desde 2014 del Comité de Bioética Internacional de la Unesco.

La cuestión es que, cada vez que leo algo relacionado con este señor, los pelos se me ponen de punta. Y no es que le tenga una especial aprensión, pero las cosas que dice y las posiciones que defiende, me ponen en estado de alarma.

Es de imaginar que sabrá mucho de Derecho Constitucional y que, al ser un “experto” del grupo de estrategia de vacunación del Ministerio de Sanidad, también estará formado en cuestiones concernientes a las vacunas.

Una de las primeras ocasiones en la que le identifiqué y quedó en mi memoria fue cuando las organizaciones médicas gallegas arremetieron contra tres de mis compañeros de Médicos por la Verdad. En esa ocasión, el tema se relacionaba con las vacunas y nuestras reticencias a considerar suficientemente probados esos productos de terapia génica frente a la Covid-19.

Ya en octubre de 2020, ante la espera ansiosa de las vacunas, todavía en fases de experimentación clínica, el Comité de Bioética de España, presidido por el señor de Montalvo, avaló la conveniencia (vamos, le dio el visto bueno ético) para la creación de un registro genético de pacientes Covid. La finalidad sería estudiar masivamente a los afectados para determinar quiénes tendrían una predisposición hacia una evolución grave.

"Los datos de pacientes Covid están para ser compartidos. No puede ser que a mí se me atendiera en el sistema público y no decidiera ayudar a los demás…

… "Es una solución para detectar pacientes vulnerables de Covid a los que poder vacunar. Si no los detectas, no puedes vacunarlos previamente. Tener un estudio del genoma de la gente permitiría saber otras cosas, gente compatible para trasplantes de médula, alergias… Se abre un mundo de posibilidades".

Y sale a relucir el argumento estrella: la solidaridad, la ayuda al prójimo. No digo que no sean unas características interesantes de integrar en nuestra vida diaria. Pero una cosa es ser solidario y ayudar al prójimo, y otra cosa es que alguien posea mis datos más íntimos, sobre mi propia constitución, y vete a saber qué van a hacer con ellos.

Y no es que recientemente me haya dado un acceso de paranoia, pero viendo por donde va la deriva mundial y la cercanía de la instauración del control digital de la población tipo chino… pues me da que no, que voy a priorizar la intimidad de mis datos.

Y en aquella ocasión, el Comité de Bioética de España siguió diciendo:

"Puede autorizarse el uso secundario de los datos de salud y de las muestras biológicas sin que sea exigible obtener un nuevo consentimiento expreso de los sujetos fuente o, en el caso de las personas fallecidas, de sus representantes legales. Los datos de salud y muestras biológicas procedentes de centros sanitarios que hayan intervenido en el tratamiento de pacientes infectados con el virus SARS-CoV-2 deben considerarse, con carácter general, datos de origen lícito, al presumirse que los pacientes han prestado su consentimiento al tratamiento o ha concurrido alguna de las excepciones al consentimiento legalmente previstas".

Así que se podrían tomar legalmente datos personales de salud sin el consentimiento expreso.

En un escenario en el cual el genoma haya avanzado y sirva para predecir enfermedades, la pregunta es si podríamos obligar a la gente a someterse a estos test. Nos encontramos con el derecho a ‘no saber’ de la ciudadanía. Por tanto, estos test deberán ser voluntarios en el futuro".

Una cosa es lo que aquí se afirma y otra muy diferente lo que podría suceder en caso de estado de alarma, tal y como se está cociendo en estos momentos en el Parlamento español. En tal ocasión futura, las autoridades pueden hacer lo que les salga de sus partes pudendas con los ciudadanos: confinamientos, arrestos, incautación de bienes y productos…

Y me pregunto yo: ¿no se contemplaría la obligatoriedad de cumplir también con unas órdenes de nuestras autoridades “por el bien de la comunidad”? Pues a mi criterio, efectivamente, no es para nada descartable, tal y como van hilando el mantel.

En un arranque, el 11 de febrero de 2021 en un periódico gallego, el Presidente del Comité de Bioética de España, declaró:

«Me parece algo insólito que, a día de hoy, un médico ponga en duda las vacunas. Es como si un piloto de aviones dijese que los aviones no son capaces de volar, que son un efecto óptico…

… El que dice que esto es mentira tendría que saber que ayer murieron sólo en España 700 personas y más de 60.000 en un año. La pandemia no se puede negar, ¿qué alternativa hay a la vacunación?».

Y digo yo: ¿qué tiene que ver la falta de comprobación fehaciente de estos productos génicos respecto a su seguridad y eficacia con la perorata de ese discurso mediático? ¿Quería ganar puntos en algún lado?

Y, si os fijáis, da en la diana explícitamente en su pregunta final: ¿qué alternativa hay a la vacunación? Es por ahí desde donde se ha impuesto esa falsa creencia en la mente de la población que consume medios de comunicación como única fuente de información.

Es el mismo mensaje que se ha transmitido permanentemente desde el comienzo de la aparición de la Covid-19 como fenómeno amenazante, allá a primeros de 2020. Emulando a los verificadores de la verdad, le pondría un sello de “fake”, un “bulo” como la copa de un pino.

No es éste el momento de centrarme en el tema de las posibles alternativas terapéuticas. Quien quiera leer sobre mi opinión, la he desglosado en diversos artículos previos.

En enero de 2021, el señor de Montalvo, Presidente del Comité de Bioética de España, tras obligar un juez de Santiago de Compostela a vacunar a una anciana incapacitada psíquicamente contra la decisión de su representante legal, una hija, afirma lo siguiente:

“Hay dos elementos: la vacuna está autorizada, no en experimentación, y hay que presumir que el beneficio es superior a los riesgos. Y la decisión del representante [la hija] afecta al representado [la anciana] y a terceros porque protege al interesado y a la colectividad”.

Como se ve, este jurista, que preside el Comité de Bioética de España, falta a la verdad, como la inmensa mayoría de técnicos, gobernantes y sanitarios. Sí, la vacuna está autorizada por vía de emergencia, PERO SIGUE EN EXPERIMENTACIÓN. Los estudios de fase 3 finalizan en 2022 y 2023, dependiendo de las plataformas de vacunas. Actualmente no hay ninguna vacuna aprobada legalmente.

¿Por qué ese intento de engaño tan burdo? Y la verdad es que cuela. La población ni se plantea que las decisiones que toman nuestras autoridades están basadas en mentiras.

Es muy buena la siguiente frase: “hay que presumir que el beneficio es superior a los riesgos”. ¿Hay que presumir? En Ciencia no se presume: se estudia y se intenta verificar.

Otra perla más hablando sobre el mismo caso:

“Me atrevería a decir que sin pandemia, una vacuna autorizada no se podría rechazar sin perjudicar a una persona incapacitada o un menor. La capacidad del representante es limitada y por eso una persona no puede rechazar que se vacune a un hijo o a un familiar representado”.

Y sí, se atreve a decirlo. Como que no se podría rechazar la vacunación de un hijo o un familiar representado. ¿No habíamos quedado en que en este país no existía la obligatoriedad de las vacunaciones?

Con el tema de la vacunación de los niños, ya el camino estaba allanado. A finales de este mes de junio pasado, el Presidente del Comité de Bioética de España declara lo siguiente:

"Cuando la cuestión llega a los menores, el problema es que hay que dar vueltas éticamente a que la vacuna cumple un fin colectivo, no individual. A los menores, por regla general, les afecta menos el virus y, por lo tanto, la vacunación en menores busca un claro beneficio colectivo: evita reservorios y población sin vacunar. Claro, al ser un fin colectivo, ¿cómo se puede abordar el rechazo? No es lo mismo que yo rechace en nombre de mi hijo algo que es bueno en nombre de mi hijo y para la colectividad a que yo rechace algo de mi hijo que es bueno, fundamentalmente, para la colectividad. Por eso, hay que darle una vuelta a cómo abordar el rechazo".

Como se puede comprobar, la cuestión que se plantea el señor de Montalvo no es cómo utilizar la Ética en los ciudadanos sino cómo buscar el recoveco (como jurista que es) en la Ética para defender lo que tienen encomendado: vacunar masivamente a la población, sea como sea, quieran o no los ciudadanos.

Y para más inri, el señor de Montalvo apostilla: “el riesgo al que se somete al niño ‘es mínimo’". Que se lo pregunten a los cientos de casos en los que niños han sido afectados de procesos que les ha limitado su vida, cuando no les ha matado, poco después de recibir esos productos de terapia génica.

Niños que, en el caso de haberse podido afectar por una Covid, o no se habrían enterado o habrían pasado por cuadros leves. Recuerdo las cifras de letalidad en niños: 0’003%. El riesgo de morir por Covid, estadísticamente es CERO.

Y ahora viene el tema de los jóvenes. Esa avalancha de casos “contagiados”. Y me pregunto yo: ¿Contagiados de qué? Volvemos al mismo punto que una y otra vez sostiene este montaje: las benditas PCR.

¿Se puede saber con qué umbrales de amplificación se están diagnosticando estos “contagios”? ¿Se puede saber la proporción de asintomáticos, de casos leves, graves, hospitalizados y de UCI que se está viendo en nuestros jóvenes tras haberles dado suelta tras año y medio de suplicio?

El ínclito señor de Montalvo, respecto a este tema, se plantea la cuestión de adelantar la vacunación a los jóvenes para prevenir sus probables desmanes, y lo plantea como el sinsentido de “premiarles” con la vacunación anticipada (“¿debemos premiar con la anticipación de la vacunación su más que reprobable conducta?”) o el “castigo” de no vacunarles anticipadamente.

Pasa a vaticinar (ya no sólo es jurista, experto en vacunas sino también experto en mancias adivinatorias) el miedo ante una excesiva ocupación hospitalaria por la irresponsabilidad de una parte de la juventud.

Pone encima de la mesa un nuevo estado de alarma e intranquilidad. Pero, ¿quién está creando la alerta? ¿quién está fomentando la intranquilidad? ¿ante la incidencia aumentada de qué?

Continúa diciendo este señor:

“Dejar de vacunar a los jóvenes unas semanas más puede suponer no sólo el colapso del sistema sanitario de Atención Primaria, tan indispensable para la salud de muchos enfermos crónicos y de nuestros más mayores, sino poder afectar a personas ya vacunadas ante un notable incremento de la circulación del virus.”

Así que la Atención Primaria es tan importante, ¿eh? ¿Por eso la habéis cerrado en la atención presencial durante la mayor parte del proceso Covid? ¿Ahora os importan tanto los enfermos crónicos y los ancianos?

¿Y qué pasa con las personas vacunadas, que si hay virus en el ambiente se pueden contagiar? ¿No eran las vacunas alrededor de un 95% eficaces?

Para rematar la faena, este señor se cuestiona (como otros muchos) la idoneidad de haber abierto la obligación de la mascarilla en exteriores. Dice: “en ocasiones, demasiada esperanza puede derivar en una vuelta a la desesperanza”. Y se quedará tan ancho…

Al leer este tipo de declaraciones, me hago cruces pensando en manos de quién está puesta la Bio-Ética en nuestro país.

Salud para ti y los tuyos.

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