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El Diagnóstico

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Material médico. IMAGEN DE ARCHIVO
El Diagnóstico

Cuando pasé los años de estudiante en la Facultad de Medicina, se me dejó bien claro en qué consistía, dentro del “acto médico”, el diagnóstico.

El diagnóstico es un proceso, un paso necesario de la práctica médica para poder alcanzar claridad suficiente ante una persona con un proceso morboso, una enfermedad. La finalidad de un buen diagnóstico es poder encauzar un tratamiento lo más eficaz posible de cara a revertir la enfermedad y volver a un estado de salud.

Y una condición necesaria para realizar un buen diagnóstico es poseer la mayor cantidad de información posible en nuestras manos. Luego, dependerá muy mucho de la experiencia del galeno, de su “ojo clínico”, para necesitar más o menos información extra (pruebas complementarias).

Todo comienza con la confección de una buena historia clínica: en una primera entrevista, el médico le va a ir preguntando a la persona para hacerse una idea lo más clara posible de qué le pasa, qué le ha ocurrido, cómo y cuándo le han sobrevenido los síntomas que presenta; los antecedentes que haya podido vivir y sobre las posibles predisposiciones personales y familiares para que la persona esté presentando este cuadro.

La finalidad de todo esto es llegar a un diagnóstico lo más concreto y exacto posible de cara a definir “la enfermedad” que le está afectando a la persona. Aclaro que estoy utilizando una forma de hablar que no es la mía, dado que yo tengo la convicción de que no hay enfermedades sino enfermos, o sea, personas con desequilibrios o reacciones corporales o vivenciales frente a diversos factores variopintos. Para mí, en general, no existe un “ente maligno”, un factor externo malévolo que, desde el exterior, esté aguardando para hacernos daño y provocarnos una enfermedad.

Si tenemos escasa información o una información meramente parcial sobre qué ocurre en una situación como la actual pandemia Covid-19, va a ser muy complicado llegar a un diagnóstico claro sobre lo que realmente ha ocurrido, está ocurriendo y es factible que siga ocurriendo.

¿Y si se ha evitado activamente que tengamos información sobre diversas cuestiones? Además de la aparición de la censura de los medios de comunicación, la misma dinámica pero más retorcida se ha vivido en las redes.

La planificación de todas esas plataformas que emiten veredictos sobre la “verdad única” nacieron como idea en 2015 a través de la International Fact-Checking Network -léase, la asociación Poynter- y sufragadas por los mismos bolsillos de siempre).

Durante el Evento 201, en octubre de 2019 en Nueva York, los aparentes amos del mundo ya anunciaron a modo de “ejercicio de despacho”, la evolución de cómo podría suceder un evento pandémico vírico mundial con todo lujo de detalles. A los pocos meses se cumplió. ¡¡Ja!!

En el mismo enero de 2020, cuando todavía el follón Covid-19 no se había producido completamente a nivel mundial, todos las empresas con finalidad “fact-check” asociados a Poynter establecieron la alianza “The Coronavirus Fack Alliance”, para “informar” sin fisuras sobre la realidad pandémica, suprimiendo otro tipo de informaciones, tildándolas de “desinformación”.

Todas estas empresas están financiadas por los mismos protagonistas dueños y señores de los grandes beneficiarios de la pandemia, sobre los que se habla en las informaciones que pretenden verificar, con lo que se incurre en un conflicto de intereses brutal. A partir de ahí, nunca se va a poder leer como real la información que disienta sobre la versión oficial. Una forma como ésta de limitar la información es, sin lugar a dudas, un procedimiento que va a dificultar un diagnóstico real de la situación.

Si, además, se intenta ocultar, sin tapujos, el origen del brote pandémico en Wuhan, tenemos otro ingrediente que va a dificultar aún más el acceso a la verdad, impidiendo de nuevo llegar a un diagnóstico correcto de todo el proceso.

Y para corroborar esta idea, simplemente hago mención de la última visita que un grupo de investigación de la OMS ha realizado a Wuhan, el “escenario del crimen”, como si se tratara de una película policiaca.

En un primer momento, era lógico suponer que Wuhan, con varios laboratorios de virología en sus alrededores (uno de ellos, de nivel de seguridad BSL-2, a escasos 300 metros del mercado de mariscos) en los que se investigaba con coronavirus de murciélago, y una red 5G activada de forma explosiva durante los meses últimos de 2019, era el foco donde colocar máxima atención para averiguar el origen de la pandemia.

Si recordáis, el mercado mayorista de mariscos (figuradamente, el escenario del crimen) fue limpiado a conciencia e inmediatamente; y, desde China, se desmontó la idea del escape del virus desde un laboratorio, aunque funcionarios norteamericanos alertaron ya en 2018 sobre fallos de seguridad en el laboratorio de alta seguridad (BSL-4) de Wuhan.

No se puede perder de vista la triste realidad de que en esos laboratorios (y en otros de todo el mundo) se juega continuamente “a los virus”, a generar mutaciones, mezclas de virus, pases sucesivos por diversas especies para conseguir especímenes capaces de infectar a humanos y ver luego la posibilidad de generar vacunas.

Éstos son los estudios llamados de “ganancia de función”, mantenidos en secreto por las naciones y sus científicos. Las propias instancias de salud norteamericanas colaboraron (junto a otros países occidentales) con el laboratorio de virología de Wuhan, incluso tras el veto generado por Obama a dichas colaboraciones.

Además del ínclito Dr. Anthony Fauci, una de las sociedades implicadas en la financiación o subcontratación de esos experimentos en el laboratorio de Wuhan es EcoHealth Alliance, comandada por Peter Daszak, un personaje que, aunque salpicado por obvios conflictos de interés, forma parte de la comisión de la revista médica Lancet para verificar (desde la mayor neutralidad, claro -¿se nota la ironía?-) las informaciones sobre la pandemia Covid… cuando ya tiene una idea preconcebida sobre el resultado de todo este lío.

Curiosamente, este mismo señor también ha formado parte del grupo de “expertos neutrales” que organizó la OMS para viajar a Wuhan “en busca de la pista perdida” del bicho. ¡¡Es alucinante!! O, al menos, a mí me lo parece.

Si vemos la realidad objetiva de este viaje a Wuhan, tras permanecer dos semanas en cuarentena, los miembros de ese grupo investigador no pudieron (testimonio de miembros del propio grupo) moverse libremente para investigar fuera de lo que estaba perfectamente detallado en el plan cerrado de viaje.

Tampoco pudieron obtener los datos “en bruto” de los estudios y trabajos que les presentaron los científicos chinos (¡¡alucinante también!!). Así que se limitaron a recoger los resúmenes y concluir que, de las cuatro posibilidades iniciales del origen de la pandemia en Wuhan, solamente descartaron como “harto improbable” la hipótesis del escape de laboratorio.

¿Cómo es posible descartar esa hipótesis cuando en el propio grupo de “turistas” científicos, hay especialistas que disienten totalmente de la versión que se quiere dar como oficial, que es la que las autoridades chinas le han pasado a la OMS?

El Dr. Jamie Metzl, por ejemplo, afirma impotente en su página Web:

  • “Todos los informes y datos los proporcionaban ellos”.
  • "Fue un engaño. Lo ocultaron todo".
  • "En las primeras semanas críticas después del brote, las autoridades de Wuhan trabajaron agresivamente para silenciar a los denunciantes y destruir las pruebas que pudieran resultar incriminatorias".
  • "Hay un 85% de probabilidades de que haya sido una fuga accidental del laboratorio y un 15% por transmisión de animales".
  • "A finales de enero de 2020, el general de división del ejército chino, Chen Wei, fue puesto a cargo de los esfuerzos de contención en Wuhan. Esta función incluía la supervisión del Instituto de Virología de Wuhan (WIV), que anteriormente se había considerado una institución civil. El general Chen es el principal experto en armas biológicas de China.
  • El Ejército de Liberación Popular estaba realizando una investigación encubierta de doble investigación civil-militar sobre los coronavirus de murciélagos en el WIV que no han sido probadas".

El Dr. Jamie Metzl está muy descontento con la trayectoria de Tedros Adhanom Ghebreyesus, actual director de la OMS. Recuerda su papel en la ocultación de brotes de cólera en su país, Etiopía, cuando formaba parte de su gobierno; así como, ya como  Director de la OMS, su alianza fáctica con el régimen de Pekín y su amistad manifiesta con su Presidente Xi Jinping.

Otro de los científicos del “paseo turístico” por Wuhan, el microbiólogo australiano Dominic Dwyer, ha corroborado que solicitaron los datos “en crudo” de 174 casos identificados en la primera fase de la pandemia, en Wuhan, en diciembre de 2019, pero sólo se les proporcionó un resumen.

Este microbiólogo indicó que no vieron nada sospechoso pero admitió que puede que no les dejaran verlo: "¿Nos enseñaron todo? No se puede saber. No fuimos escogidos para hacer un examen forense de prácticas de laboratorio".

El propio jefe de la expedición, el Dr. Peter Embarek, indicó que el brote de coronavirus en Wuhan podría ser mucho más extenso de lo que se pensaba y confirmó que no lograron acceder a las muestras de sangre de miles de pacientes, algo que confirmaría que China calló sobre el virus durante más tiempo del que se piensa y que pudo estar extendiéndose sin control mucho antes de que las autoridades lanzaran su primer aviso.

¿Habéis visto y leído en los medios de comunicación de masas este tipo de declaraciones de personas con alta preparación científica y protagonistas reales de los hechos? ¿Por qué con estos niveles de sospecha, las conclusiones del grupo coinciden con la versión china, que es la que la OMS va a asumir como cierta?

La última cuestión que quería mostrar en cuanto a restricciones de información básica a la hora de realizar un diagnóstico en Medicina es “la prueba del algodón”: los informes de Anatomía Patológica proporcionados por las autopsias.

Siempre, en la actual Medicina, cuando existe una duda diagnóstica respecto al fallecimiento de una persona, se realiza una autopsia clínica. ¿Y qué ocurrió en la pandemia Covid-19? Pues que, en lugar de hacer lo que se hace siempre, las autopsias de rigor, hubo un consejo generalizado (aunque no una prohibición, como a veces se dice erróneamente), desde la OMS hasta los diferentes gobiernos nacionales, de no realizar dichas autopsias a los fallecidos por Covid-19.

Hubo testimonios públicos de forenses (una minoría) que se cuestionaron por qué estaba sucediendo eso… pero la cosa se quedó ahí. No se les hizo ningún caso. ¿Por qué? ¿Por qué los propios Patólogos, los Colegios de Médicos, no levantaron sus voces autorizadas en ese sentido y se dispusieron a realizar autopsias? En algún momento, alguien tendrá que responder por esta negligencia.

La realización de autopsias, con el descubrimiento de los mecanismos que estaban empleando los organismos de los enfermos graves para llevarlos a la muerte, habría disminuido en gran parte la mortalidad de los pacientes de gravedad que se intubaron sin necesitarlo.

En fin, como he intentado plasmar en este escrito, la necesidad de tener máxima información es primordial para realizar un buen diagnóstico de una situación. Vistas las condiciones en las que estamos, tendremos que seguir peleando para que la información esté disponible y las personas se vayan enterando de lo que se cuece a nuestras espaldas.

Salud para ti y los tuyos

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