Lo difícil que puede resultar cuidar a un enfermo terminal
Ánimos caídos, familias divididas, frustraciones y grandes discusiones, son sólo algunos de los resultados de convivir con un familiar enfermo que no se deja ayudar.
No existe algo tan difícil como convivir con personas que no aceptan la realidad; sin duda alguna es un problema el vivir con gente orgullosa, sobre todo porque las discusiones, los conflictos y necedades van debilitando nuestro deseo de interactuar. No podemos decirles algo porque ya se andan enojando ¡y hasta nos juzgan de locos!
Esta situación se complica aún más cuando esa persona necia y orgullosa, es un ser querido que está padeciendo una enfermedad terminal… ¡Qué paso tan difícil! No sólo para sus cuidadores sino para la persona misma. Como seres humanos queremos siempre destacar en todo lo que hacemos, queremos ser los protagonistas de la historia y quienes siempre tengan la razón. Ante un diagnóstico difícil de masticar y un pronóstico complicado de aceptar, claro que se nos cierran los ojos de la realidad. El enfermo terminal “orgulloso” (por así llamarle), se niega en primer lugar a verse como alguien débil, como alguien incapaz de ser autosuficiente. La simple idea de quedar postrado en cama, de usar una silla de ruedas o tener que vestir pañales es para ellos la muerte misma, sobre todo por esa negación de aceptar la decadencia y las carencias. Esto se puede volver un infierno para los cuidadores, ya que el enfermo se negará a ser atendido y asistido, no querrá seguir las indicaciones médicas porque “-¿Qué sabe el médico de mi vida?”, “La medicina es sólo un robo”- y demás frases que desprecien la ayuda ajena. Es por eso que en enfermedades terminales se vuelve cansado el lidiar con personas que no aceptan que están necesitados.
El meollo de este asunto, lo que mayormente complica las cosas, no es tanto el orgullo del paciente, sino la percepción que el cuidador tiene de esto. Es normal que los familiares del enfermo lleguen a pensar que éste se ha puesto de malas, que ya no aprecia los cuidados ni agradece lo que se hace por él; puede de alguna manera desilusionar a quienes rodean a este familiar vulnerable y provocar división en las familias. Por eso, tu servidor te recomienda lo siguiente:
a) Empatía: El primer paso que debemos de dar como cuidadores de un enfermo “orgulloso” es tratar de ponernos en su lugar. Esto nos ayudará a comprender lo complicado que es sentirnos atados de pies y manos y no poder hacer lo que antes hacíamos con toda la libertad; la sensación de muchos enfermos terminales ante su padecimiento puede ser similar a la de una persona que ha sido metida a la cárcel de forma injusta y ahora tendrá que pagar cadena perpetua… ¿verdad que no es tan fácil?
b) Paciencia: Vaya que es difícil “topar con pared” cuando se trata de ayudar a un enfermo terminal; aunque muchas veces tenemos la razón y sabemos lo que es necesario, el paciente querrá probar primeramente sus alternativas; por eso es positivo en la medida de lo posible, permitirle al enfermo decidir sobre el curso de su padecimiento mientras permanezca dentro de la lógica. Para ser pacientes, el primer paso es dejar de ser perfeccionistas.
c) Respeto: No sólo se trata de respetar al enfermo por ser humano, sino respetar su autonomía. Muchas veces ante un diagnóstico negativo nos cuadramos con la idea de ver al enfermo como una pobre víctima, lo que en ocasiones nos lleva a sentir mucha lástima por esa persona y por lo tanto, a tratar de resolverle la vida con tal de que no sufra. Esto es un arma de doble filo pues, hay gente a la que le gusta sentirse atendida y por el contrario, hay gente que se siente ofendida y hasta menospreciada. Por eso es importante permitir que el enfermo haga su propio esfuerzo por hacerse cargo de algunas cosas, claro está, checando que no se nos vaya a los extremos.
d) Humildad: Muchas veces creemos que el enfermo es el orgulloso por no dejarse ayudar, pero no caemos en la cuenta de que quizá nosotros seamos los soberbios al ofendernos porque el paciente “desprecia” nuestra ayuda. Se trata de hacer el proceso más llevadero para todos y no volverlo más estresante de lo que ya es, por lo que es muy recomendable que echemos un vistazo a nuestra mente y analicemos ¿qué es lo que realmente nos provoca el sentirnos “rechazados” por el enfermo? Muchas veces, nuestros miedos, inseguridades y deseos de controlar las cosas nos ocasionan ser más volubles y por lo tanto, ante un conflicto con nuestro enfermo preferimos alejarnos para evitar problemas, lo cual puede hacer más graves las cosas pues podemos llegar a sentirnos culpables de nuestra actitud.
Por todo lo anterior, hay que aceptar que el enfermo no siempre aceptará nuestro apoyo, no porque no nos quiera o valore, sino porque está teniendo una lucha consigo mismo… Está experimentando un duelo por su salud y vitalidad perdidas… Y ante un duelo, estaré ahí para apoyarte a través de este blog.
Con gran aprecio, tu amigo y psicólogo: Enrique Pacheco, Universidad de Guadalajara, México.