ATENCIÓN A LAS NUEVAS VACUNAS

Vacunas. IMAGEN DE ARCHIVO

¿Formarán parte de la “nueva normalidad”? Perdonad que me haya alargado algo más que en otros escritos pero no he podido decir lo que pretendía con menos palabras. Gracias por leerlo hasta el final.

Soy consciente de que el “tema vacunas”, asociado a la Teoría Microbiana de Pasteur, es uno de los grandes pilares en los que se sustenta el actual paradigma de la Medicina.

Recuerdo que ya hace muchos años que me cuestiono las bases de este pilar. Mi acercamiento a la rivalidad vivida entre Pasteur y Béchamp (que ya expuse en mi artículo “Salud y Enfermedad”) lo viví dentro de mí, como una especie de esquizofrenia.

Tras mi formación académica en un centro de primer orden por aquel entonces (la facultad de Medicina de la Universidad de Navarra), estudié y experimenté otro tipo de teorías y prácticas que la actual Medicina desvaloriza y empequeñece, sin razón y sin piedad.

En mi interior se desarrolló esa especie de pugna entre los dos viejos rivales con maneras diferentes de ver la misma realidad. La cuestión es que en mí se impuso a los puntos la Teoría del Terreno en lugar de la Teoría Microbiana.

Para quienes piensen que soy un antivacunas, he de confesar que acepto el hecho, científicamente comprobable, de que una vacuna causa un efecto sobre nuestros sistemas inmunes, favoreciendo la creación de anticuerpos frente a… lo que sea de lo que se haya vacunado la persona. Eso creo que es indiscutible.

Lo que ya no soy partidario de que a todo el mundo se le vacune de todo (café con leche para todos)… Y menos a los niños, con su sistema inmune sin terminar de construir. Y menos aún con cualquier producto químico o biológico incluido en las vacunas. Por ahí no paso.

Cuando sucedió aquel “fiasco” de la falsa pandemia de la gripe porcina, la gripe A (H1N1), allá por el año 2009, me saltaron las alarmas. Desde las artimañas de la por entonces jefa de la OMS, Margaret Chan, que decidió modificar el concepto de pandemia al suprimir las características de alta morbilidad y mortalidad de una enfermedad como necesarias para definirla como pandémica.

Esta señora estaba rodeada por un grupo de asesores… pringados hasta donde queráis imaginar por el dinero de las farmacéuticas (está documentado), en claro conflicto de intereses, como se dice ahora. No es desdeñable el cálculo que hizo JP Morgan sobre la ganancia de las farmacéuticas de 10.000 millones de dólares por el hecho de declararse la pandemia.

Se levantaron voces discrepantes en diferentes latitudes. Lo más cercano a nosotros, por ejemplo, desde el Parlamento Europeo. Mientras tanto, nuestros políticos patrios… ni chistar. Obedientes y dóciles se aprestaron, como en la mayoría de los países, a comprar y tragarse los productos estrella de la industria: unos antivirales que daban risa por su cortedad de efectos, y la tan anhelada vacuna… que muy pocas personas se puso… y que terminó incinerándose, puesto que ni los pobrecitos africanos (observad el sarcasmo, por favor) la quisieron recibir.

En ese contexto de telediarios y demás programas televisivos, radiofónicos y prensa en general sirviéndonos, quieras que no, cada muerte en directo (¿no os suena con lo que está ocurriendo ahora mismo?), me planteé estudiar un poco lo que estaba pasando con esa vacuna tan anhelada… y ya, de paso, le di “una vuelta” al fenómeno “vacunas”.

Me impactaron dos cosas. Por un lado, pude hacerme con un montón de gráficas estadísticas históricas (muchas de ellas desde primeros del siglo pasado) en las que se comprobaba sin ninguna duda que la disminución de la mortalidad de las enfermedades de las que se vacunaba era similar a la mortalidad de las que no se vacunaba… Y lo más importante, que la introducción de las campañas de vacunación masivas no alteraba la curva, la pendiente de la gráfica que, tozudamente, iba decayendo desde mucho tiempo atrás, es de imaginar por el mayor cuidado higiénico, de alimentación, medidas sociales, mejores condiciones de vida, etc, etc.

También estudié los ingredientes que componían las vacunas y la gravedad de utilizar una serie de sustancias coadyuvantes (aluminio, escualeno), que generalmente sirven para aumentar la reactividad del sistema inmune del receptor. Me tranquilizó saber que España ya no se utilizaba el mercurio (timerosal), sustancia de alta capacidad tóxica para el sistema nervioso y que se utilizó (y que en EEUU sigue utilizándose) como antiséptico en los recipientes multidosis.

En 2009 no sabía de otros componentes de las vacunas, como restos celulares humanos, concretamente de líneas celulares originadas en niños abortados… y otras estructuras como fragmentos de otros virus que se meten por todo… y contaminan las vacunas. En estos momentos, no me voy a extender sobre ello.

Por otra parte, existe un lado oscuro (oscuro por poco claro) en el “tema vacunas” que les hace ser a las vacunas algo totalmente diferente a cualquier otra sustancia que sale de un laboratorio farmacéutico. Y es el hecho de que a estas sustancias no se les obliga pasar, antes de su aprobación y uso en humanos, por unos estudios de eficacia y salubridad no sólo a corto sino también a largo plazo.

¿Y en qué consisten los actuales estudios sobre la eficacia de una vacuna?, porque estudios sí que se hacen. Pues sencillamente en comprobar que tras la inyección del producto en animales y/o personas, aparecen los anticuerpos suficientes y en buena forma como para neutralizar al patógeno que fuere.

Evidentemente, esto forma parte de la eficacia de una vacuna, pero debe ir en paralelo a la vigilancia a largo plazo para determinar con rigor que ese proceso generador de anticuerpos eficaces no provoque enfermedades o efectos colaterales o adversos graves por el hecho de haber vacunado a esos animales y/o personas.

Es también evidente que, como en el resto de fármacos, los estudios deberían seguir las normas que comanda el modelo científico actual: estudios doble ciego (en los que ni los experimentadores ni los receptores sepan qué se les administra) y revisión por pares (que puedan y deban ser reproducidos por otros grupos de investigadores diferentes, ajenos a quienes están promoviendo-financiando el estudio).

Si nos venimos a la situación actual en la que otra pandemia (falsa pandemia diría yo si nos atenemos a la definición original) ha movilizado a la OMS y a sus adláteres generando una desbocada crisis de miedo en el planeta, vemos de forma repetida el mismo proceso que en 2009… pero aumentado en intensidad. ¡¡Qué bien lo han hecho!!

Ahora, todo el mundo enfocando su atención a las diversas líneas de investigación que están disputando una carrera “a cara de perro” para ver quién llega antes a la meta, quién saca antes al mercado y patenta la primera vacuna y/o el mejor tratamiento. Y sabiendo que el resto del mundo está haciendo ya cola para no perderse el producto milagroso que nos va a “salvar” de las iras del bicho en cuestión.

Hace pocos días, uno de esos laboratorios norteamericanos, Moderna se llama, nos ha regalado una noticia “genial”: han logrado una respuesta inmune en todas las personas en las que están probando su vacuna… Pero no han puesto en el titular, ni como subtítulo de la nota, el hecho de que a un 20% de las personas a las que se les inyectó la mayor dosis estudiada, les produjo una serie de alteraciones, valoradas por la FDA como de rango 3 (sobre 4 posibles).

Y, claro, los medios de comunicación, se han hecho eco sólo de la gran noticia… pero no le han dado igual importancia al efecto colateral sobre la salud de ese 20% de personas. No he tenido más remedio que comentar en uno de los periódicos digitales lo siguiente:

A mi manera de ver, no es oro todo lo que reluce. Del grupo de 15 sujetos al que le dieron la dosis de 250 microg., 3 (20%) han resultado afectados de reacciones de grado 3.

Ni en la comunicación de Moderna ni en ningún sitio (menos aún en los artículos y/o comentarios que alaban los resultados del estudio) han descrito en qué consisten los síntomas de grado 3. Incluso se permiten decir que los efectos adversos observados han sido transitorios y de resolución automática (como leo en otros diarios), pero hay un documento de la FDA que clarifica y describe los diversos grados de reacciones en este tipo de estudios.

Podéis leerlo en esta dirección URL (https://www.fda.gov/media/73679/download). Está en inglés pero si no domináis la lengua, os podéis servir (como yo hago) de un traductor en red. En dicho documento, en el que se exponen todos los posibles síntomas y cifras analíticas de cada grupo de reacciones (del 1 al 4), se indica en las de grado 3 (severo) que "impiden la vida cotidiana y requieren asistencia médica". Para que comparéis, el siguiente y último grado (4) lo describe como reacciones que amenazan la vida.

No discuto que la sustancia inyectada en el estudio en ciernes, en sus diferentes dosis, genere anticuerpos neutralizantes frente al virus (Fase 1); lo que más me importa y preocupa es que anteriores estudios de vacunas para coronavirus, en las fases siguientes, al inyectarles el virus a los animales que habían generado anticuerpos sin problema, generaron la enfermedad y murieron.

También se recuerda un resultado estrepitoso en los años 60 con la muerte de algunos niños-conejillo de indias que habían desarrollado anticuerpos en la primera fase.

¿Por qué se han suprimido los ensayos previos con animales antes de lanzarse a esta carrera loca, probando directamente con humanos?

Además, si a este estudio se le ha vetado como participante a cualquier persona que no estuviera completamente sana y reluciente... ¿creéis que esta población del estudio es una población representativa de las personas a las que se pretende vacunar masivamente?

Creo que no se están siguiendo los procedimientos de cautela necesarios ante un nuevo tipo de vacuna (ARN). Y me importa un rábano si es "made in" USA o China o de Vitigudino. Vamos a centrarnos en lo verdaderamente importante: la salud pública.

Veo demasiados intereses creados y turbios en todo este proceso (desde su inicio), y eso me hace desconfiar.

Salud para ti y los tuyos.

Los actuales poseedores de la verdad, con su machacona insistencia sobre la idea de que si la humanidad sobrevive es gracias a las vacunas, se equivocan completamente. Si estamos aquí, vivitos y coleando, es porque el ser humano posee un sistema inmune genial, al que sólo le hace falta una buena alimentación, aire puro, buenas relaciones personales, una actividad enriquecedora y un poco de ejercicio físico.

Salud para ti y los tuyos.