Sociedad distópica
Si la utopía alude a unos sistemas ideales imposibles de realizar, la distopía es todo lo contrario, y es perfectamente posible llevarla a cabo como ya se ha visto en la historia con el nazismo, por ejemplo. En la gran obra de George Orwell (1984) se pone de manifiesto cómo funciona una sociedad atrapada por un poder establecido donde el individuo es anulado para convertirse en una pieza al servicio de este poder. El pensamiento queda suprimido como eliminadas quedan todas las cuestiones que tengan que ver con el día a día de las personas a las que dirigen hacia donde quieren. Actualmente vivimos en un sistema democrático que nos permite hacer nuestra vida en libertad, pero, ahondando un poco, observamos que este sistema no es lo que debería ser, puesto que, de alguna manera, el gran hermano está siempre presente para recordar y dirigir nuestras vidas allá donde le place. Nos da fútbol, nos da basura televisiva, nos informa de lo banal, nos siembra dudas de si esto o aquello está bien o mal, impone la educación que le interesa desde que somos niños, e incluso hay veces que imprime la historia que le conviene en los libros de texto. ¿Cree el lector que esto es exagerado? Ya ha ocurrido y sigue ocurriendo a día de hoy. Las mentes que pervierten el significado íntegro de democracia, que debería ser el sistema más plausible para llegar a la utopía, a la sociedad ideal, están ahí para llevarnos hacia donde desean con sus intrincadas leyes y hacernos partícipes de la madeja que hila todo el entramado, dándonos como única opción el voto, y en muchas ocasiones persiguiendo nuestro pensamiento porque no es del agrado del sistema.
Para manejar al gusto de un único interés y encerrar todo el entramado bajo un mismo paraguas, se creó el capitalismo, que consiguió verter en la población el único pensamiento del dinero. Todo es dinero, sin él nos han hecho creer que no somos nadie, nos han desahuciado de la sociedad, han hecho que nos sintamos como inferiores ante los que sí lo tienen y han jugado sus cartas, sola y exclusivamente, en nombre del dinero. El gran hermano del que hablaba Orwell se ha convertido en el capitalismo puro y duro que tenemos actualmente, al que hay que combatir con las armas que el mismo sistema nos permite, pero si el capital es el que monta el sistema, ¿no es una contradicción usar el mismo sistema para combatirlo?.
Juan Cruz Lara