OPINIÓN - SOY ESPAÑOL Y LO TIENES QUE SABER
¿Qué motivos subyacen tras la incipiente moda de llevar mascarillas con la bandera de España? Parece que, más allá de los gustos estéticos de cada uno, es fashion por otras causas que no son tan triviales.
Antes de profundizar sobre el tema, me gustaría hacer una reflexión sobre la evidente tendencia exhibicionista de la sociedad del siglo xxi. Ya no nos preocupamos solo por ser, sentir, pensar, viajar… ahora nos preocupan esas cosas y, lo más importante, que nos vean haciéndolas. Además, algo aún más llamativo es la satisfacción que sentimos cuando nos ven los entresijos de nuestra interesantísima vida gente que nos importa muy poco o la que conocemos desde hace muy poco —o, directamente, no conocemos—.
Esta conducta psicológica ha sido el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de las redes sociales, donde se consigue el reconocimiento social por mostrar, cada vez más, todo lo que tu vida no es. Y no voy a entrar en temas polémicos como youtubers que venden las 24 horas de sus vidas o —esto me parece todavía peor— familias que mercantilizan no solo sus vidas, sino la de sus hijos por unos cuantos likes —el derecho a la privacidad que tenemos todos, ¿dónde está?—.
No hablo de las altas esferas de la social media. Me refiero a tu tía que sube a Facebook un plato del último restaurante al que ha ido. Este es un ejemplo claro en el que el sujeto pasa a un plano secundario y que lo verdaderamente importante es su interacción con el medio, llegando a absurdos como subir fotos donde a ti no se te ve, pero sí lo que estás haciendo o adonde has ido.
Otro tema interesante es reflexionar si somos lo que mostramos en las redes sociales o bien en nuestro entorno o somos lo que ocultamos. Sea como sea la respuesta, habría que pensar consecuentemente si es justo que se nos conozca por lo que no somos, si llegamos a saber lo que sí somos… o por lo menos lo que no.
Este esbozo de las redes sociales, que son solo el iceberg de un fenómeno social sin parangón en la historia, está muy relacionado, aunque parezca que no, con el tema de las banderas.
Recientemente, ha estado en boga sacar la bandera de España al balcón para reivindicar un supuesto sentimiento nacional que nos debería unir a toda la ciudadanía. Este movimiento parece ignorar que la bandera es un símbolo y, como tal, responde a la interpretación actual que se les dé —hay que ignorar, como apuntan las teorías históricas actuales, los significados anteriores que se alejen de la interpretación actual. Véase el Águila de San Juan o el signo solar de la esvástica—.
Sin embargo, este pretendido símbolo de unión entre los españoles divide más que une: la alusión a la corona excluye directamente a los republicanos de España, de los que no se sabe la cantidad porque no interesa para el CIS, pero que se intuye que no son pocos; el uso excluyente de patrioteros que sacan la bandera para tapar corrupción y la convierten en símbolo del antipatriotismo —robo a España, a los españoles y a quien haga falta, pero soy el más y mejor español—; el uso por ciertos sectores retrógrados en contra de banderas de la tolerancia como son las LGTB+, etc.
Con esto quiero decir que, aunque sea la bandera de todos los españoles, no es la bandera de todos los españoles por el uso partidista y sesgado que se le ha dado.
Finalmente, no quiero valorar la necesidad del patriotismo —que llegó al «Una, Grande y Libre»—, símbolo de auge nacional, para otros, un nacionalismo igual de malo, con posturas iguales de radicales en los dos sentidos. Solo quiero preguntar retóricamente ¿qué ha aportado a la querida España enseñar la bandera? ¿Qué ha aportado a los españoles y a España? Porque me parece absurdo destacar ser español a otro español, cuando es la situación normal en España.
Entre tanta mascarilla y tela, no está mal quitarle la máscara a problemas que arrastra España desde hace tanto tiempo —o por lo menos, en tela de juicio— porque hay todavía mucha tela que cortar para reconciliar, si es posible, a todos los españoles.
Santiago García Jiménez