OPINIÓN
OLAS DE CALOR, ¿EL CULPABLE ES EL CAMBIO CLIMÁTICO?
El suroeste de Canadá y el noroeste de Estados Unidos han vivido desde la última semana de junio una enorme ola de calor. Las temperaturas han superado los 49 grados en Canadá y en algunos casos no han bajado de los 20 por las noches en unas latitudes en las que no están acostumbrados a un calor tan intenso. En Canadá hasta el momento ha habido unas 500 personas muertas, además de decenas de incendios forestales e inundaciones en el oeste del país.
En Canadá y EEUU han denominado al fenómeno que ha disparado los termómetros estos días “cúpula de calor”. Diversos especialistas han explicado que lo que está detrás de esta ola de calor es un “potente anticiclón de bloqueo” -esa cúpula de calor- sobre la costa oeste norteamericana, que impide la llegada de aire frío. Los expertos consideran que no es normal el fenómeno que ha habido, y apuntan a que las temperaturas que se están registrando en Canadá y EEUU, mucho más acostumbradas a las bajas temperaturas, están 20 grados por encima de lo normal para esta época del año.
En este contexto, se ha venido a vincular la elevación tan grande de las temperaturas al cambio climático. Sin embargo, esta cuestión es compleja y necesita un estudio riguroso y científico. Siempre ha habido años, meses y días muy fríos o muy calurosos. Por otra parte, batir el récord meteorológico es un territorio amplio es alta. Los récords meteorológicos se baten con frecuencia sin que ello suponga afirmar que se hayan producido cambios en el clima. Por tanto, los récords absolutos -los valores más altos o más bajos registrados-, exigen cierta cautela a la hora de atribuirlos al cambio climático.
Otra cuestión importante es que las atribuciones o no de los fenómenos extremos como estas olas de calor se hacen una vez pasado el episodio. Siempre han existido récords y extremos, pero el cambio climático aumenta la probabilidad de este tipo de fenómenos. De este modo, las olas de calor son cada vez más frecuentes e intensas a medida que las concentraciones de gases de efecto invernadero provocan un aumento de las temperaturas globales. Es decir, el calentamiento global no solo está causando un incremento de la temperatura media en el planeta -ya es 1,2 grados más cálida que antes del periodo industrial (1850)-, sino también un aumento de la frecuencia de las olas de calor.
En el oeste de Canadá se han registrado temperaturas de 50 grados centígrados, concretamente, 49,6 en Lytton, a poco más de 150 kilómetros de Vancouver, al igual que en otras estaciones meteorológicas, que constituye un auténtico récord. Por la excepcionalidad de estos valores y la situación atmosférica vivida, cabe vincular esta ola de calor al calentamiento global, a falta de su confirmación mediante el análisis estadístico.
El IPCC, el panel de expertos internacionales creado hace más de tres décadas para sentar las bases científicas sobre el cambio climático, advertía en su último informe (que data de 2018) de que, a medida que el planeta supera un grado de temperatura respecto a la era preindustrial, aumentarán los riesgos e impactos para la salud humana y el medio ambiente de “fenómenos meteorológicos extremos como las olas de calor”.
En la situación climática actual y en relación con las temperaturas extremas que se han vivido en Canadá y EE UU y que se darán en lo sucesivo en diversas partes del mundo es necesario entender que algunas preguntas no pueden responderse de formas inmediata, pero también es cada vez más cierto que el cambio climático ya está aquí desde hace tiempo, y hay que redoblar los esfuerzos para atajarlo, aunque andamos tarde.
La península Ibérica no es ajena a esta situación climática. La temperatura media en el Estado español fue 1,7 grados superior en 2020 a la de la era preindustrial (el periodo comprendido entre 1850 y 1900). Sin embargo, el ritmo de calentamiento se ha elevado en las últimas décadas y en los últimos 60 años el incremento acumulado es de 1,3 grados, según expone el resumen ejecutivo del informe sobre el estado del clima de España 2020 que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) presentó el pasado 10 de mayo. El estudio advierte de que, si las emisiones de efecto invernadero siguen al mismo ritmo que hasta ahora, a finales de siglo el incremento de la temperatura llegará a los 5 grados.
Controlar las emisiones de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento del planeta para limitar la subida de las temperaturas es el objetivo central del Acuerdo de París contra el cambio climático, aunque no se está cumpliendo. Aproximadamente la mitad de los gases emitidos se acumulan en la atmósfera acelerando el calentamiento planetario y el otro 50% es absorbido por la vegetación y los océanos. En su informe, Aemet recuerda que, a pesar de la reducción de la actividad económica que supuso la pandemia, la concentración de los principales gases en la atmósfera siguió creciendo en 2020.
Dada esta situación se impone una transición energética con una eliminación drástica del consumo energético y del uso de los combustibles fósiles. Pero dicha transición no debe quedarse en una mera transición de tecnologías fósiles a tecnologías renovables. En primer lugar, porque una simple transición tecnológica no es capaz por sí sola de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y, por lo tanto, de evitar escenarios de no retorno climático. En segundo lugar, porque las tecnologías renovables presentan marcados límites materiales y espaciales. A modo de ejemplo, conviene considerar que, con los niveles de consumo actual, las renovables solo permitirían satisfacer un 30% de la energía que consumimos. No tener en cuenta estos límites e implantar las renovables a gran escala de manera masiva, sobredimensionada y sin planificación conlleva, como está ocurriendo en Navarra, una serie de impactos inasumibles para nuestra biodiversidad, agricultura y otras más cuestiones.
Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente