La Gran Depresión 2.0
En estos días de confinamiento forzoso, donde estamos constantemente bombardeados por información, ruedas de prensa de horas, al más puro estilo del señor Erdogan o del señor Maduro; se hablan de muchos planes para afrontar esta crisis sanitaria, que es también una crisis financiera sin precedentes. Al principio el negacionismo fue el rey de la fiesta, se decía de una manera arrogante que era algo temporal, como si se pudiera definir lo que es temporal o no. Luego que seria una crisis similar a la del 2008, más tarde, hablamos de pocas semanas, ya se decía en las instituciones europeas y mundiales de similitudes con la post guerra, para luego recalar (al momento de escribir este artículo de opinión) en que sería peor que la Gran Depresión de 1929.
Siempre he tenido por costumbre leer entre líneas a los políticos, y a los tecnócratas puestos por los mismos políticos. De alguna manera nos dan pistas de lo que va a pasar o de lo que ellos, creen que pasará, sin decirlo abiertamente. Esta claro, que tendremos una crisis económica sin precedentes, que no podemos comparar o buscar semejanzas con otras anteriores, ya que cada una ha sido una respuesta singular a un entorno socio político distinto en el que se encontraban. A mi juicio, es un error hacer un parangón con la gran depresión, ya que en aquella época las economías no estaban tan interconectadas como lo están ahora, ni los regímenes políticos de la época eran los mismos. Ahora bien, si podemos decir que las consecuencias de todas y cada una de estas crisis han sido el preludio de grandes transformaciones en todos los aspectos, algunas positivas como la que dió lugar al Renacimiento después de la peste negra, o negativas como el surgimiento del nazismo en una economía alemana fuertemente dependiente de la americana, con el consiguiente desplome de la producción industrial, la ruina de los bancos, el gran número de desempleados, que crearon un ambiente hostil hacia los gobiernos de la República de Weimar.
Sin lugar a duda esta crisis será tan devastadora como las otras, pero también muy diferente. El día después del fin del COVID19, será el principio de una nueva forma de entender el entorno en el que vivimos y del sistema en el que estamos. El individualismo frenético dará paso a un colectivismo moderado, que no quiere decir comunismo, sino todo lo contrario. Los movimientos sociales que están surgiendo estos días, no son ideológicos, sino que pragmáticos. La población da mucho valor a la sanidad de todos y a la investigación científica como ejes vertebrales de la sociedad, como también la percepción de poner límites a un estado que no ahogue a sus ciudadanos con impuestos y que les permita crear riqueza. Hablamos de un sistema mixto, privilegiar lo que es bueno para todos, contribuyendo al bien común, sin perder nuestra capacidad de emprender y crear. Nada nuevo.
Sobre lo que es bueno para todos, no pasa por un gran estado que lo tenga todo, con miles de burócratas pagados con impuestos excesivos, es simplemente lo opuesto, una cuestión de números, realmente necesitamos 17 parlamentos para gestionar 48 millones de personas en un territorio dentro de un ente supranacional como es la Unión Europea, no seria mejor reducir el gasto de este aparatoso estado y destinarlo a la investigación científica y a la sanidad de todos, cuánto porcentaje del PIB representa el gasto del estado de las autonomías, debemos pagar un parlamento en Estrasburgo y en Bruselas (hay dos sedes, como si una no fuese suficiente), pues estas son las cosas que mucha gente se está preguntado al interior de su confinamiento, y es lo que algunos políticos, por no decir la mayoría, no acaban de darse cuenta. Empiezan a ser conocidos en las redes sociales movimientos como Movimiento de Regeneración Política de España, creado por el abogado vasco Aitor Guisasola, con un discurso muy pragmático de lo que debería ser el estado y lo que él llama democracia real.
Es por ello, que la clase política, aun en estado de shock, por este pequeño virus que lo ha revolucionado todo, no sabe como reaccionar.
En nuestro país, la izquierda ha tratado de sacar rédito electoral con esta crisis, pero les ha salido el tiro por la culata, simplemente porque no se han dado cuenta que no es un conflicto ideológico, no es una guerra entre el capitalismo y el socialismo, es todo lo contrario. La derecha y el escaso centro político español, también se han quedado fuera de juego con un discurso patriótico y añejo, propio del Siglo XIX, que está en las antípodas de lo que a la gente le preocupa (sus negocios, sus tiendas, sus trabajos, sus impuestos y su salud). Sin dejar de mencionar a los partidos nacionalistas, que aun están anclados en un discurso romántico de una sociedad idealizada bajo nuevas banderas y lenguas, que vaticino será una de las primeras cosas que se llevará por delante el COVID19.
Tenemos como sociedad muchas cosas que cambiar, y también debemos estar preparados a no tener que lo que dábamos por seguro hace unos escasos meses, ya no volverá a ser de la misma manera. Las Grandes Depresiones tienen algo en común, son el alimento preferido de movimientos radicales con recetas mágicas en búsqueda de la felicidad colectiva, pero que generalmente es todo lo contrario.
El nazismo, el fascismo y el comunismo fueron el resultado directo de ese caldo de cultivo que fue la Gran Depresión, junto con otras cosas.
A simple vista estos tres movimientos son muy distintos, y habrá quienes, en un discurso encendido y apasionado, te atacaran como un blasfemo si osas tan siquiera compararlos, especialmente los comunistas, pero la realidad es otra, estos tres movimientos tenían algo en común, eran contrarios a la propiedad privada, y por ende a la libertad. Solo basta leer Mein Kampf de Adolf Hitler para entender su ideario de sociedad, primero la raza, luego la propiedad. Estas corrientes tan peligrosas y que tantas muertes y dolor han causado en la historia están deseosas, más que nunca de emerger, de la mano de sus nostálgicos. Pero estos románticos se equivocan una vez más, esta crisis no es ideológica y la sociedad de entonces no es la de ahora, que cuenta con muchísima más información y preparación.
Si las recetas mágicas pasan por cambiar sistemas, pues nos encontraremos de nuevo con movimientos radicales, que buscan poder y suprimir la libertad, bajo el paradigma del bien común. Si en cambio buscamos un consenso como sociedad donde todos los actores sociales se sienten en una mesa, sin ideologías trasnochadas para buscar soluciones pragmáticas, podremos salir reforzados de esta crisis.