OPINIÓN
ACOSO LABORAL
El acoso laboral o mobbing es una lacra que debemos erradicar, sí o sí, de nuestro sistema laboral y dentro de la propia administración, pues hace que la persona que lo sufre no esté en condiciones de cumplir como debiera con su cometido. A veces es muy difícil identificarlo porque el acosador se provee de armas suficientes para pasar desapercibido. Tal es así, que el susodicho siempre intentará estar a solas con su víctima, en algunas ocasiones visibilizará el hecho ante otros subordinados y, con toda seguridad, se sentirá omnipotente ante su víctima con el fin de amedrentarla y que sea esta la se marche del trabajo de motu propio. Pueden existir varios motivos para que el acosador actúe de la forma en que lo hace y uno de ellos es la consecución de sus propios intereses, sean de la índole que sean.
Las consecuencias que genera esta lacra son tantas que no tendríamos papel para enumerarlas todas. Algunos ejemplos: el deterioro de la confianza en sí misma de la víctima, autoculpabilidad, creencia de errores cometidos, dolores de cabeza, ansiedad, insomnio, estrés, irritabilidad, angustia, cambios de personalidad, depresión, problemas familiares, baja laboral, inseguridad, baja autoestima, etcétera.
En 2011 el gobierno aprobó un reglamento en el cual se ponía de manifiesto una serie de actuaciones para identificar y regular el acoso laboral. De acuerdo con este reglamento se resolvió que actuaciones como mantener a un funcionario sin trabajo, ordenarle tareas inútiles; reprenderle reiteradamente delante de otras personas; difundir rumores falsos sobre su profesionalidad o vida privada; tomar represalias si ha protestado por la organización del trabajo, etcétera, eran consideradas acoso laboral. Afortunadamente, hoy en día está tipificado en el código penal como delitos de tortura y contra la integridad moral, y conlleva penas que van de un año y nueve meses a tres años de cárcel. Aún con todo, se siguen cometiendo estos abusos en los centros de trabajo y dentro de las administraciones, y es deber de las personas que lo sufren y de los compañeros que, a veces, lo observan, denunciar ante las autoridades competentes para dar justo castigo a los acosadores. La víctima tiene que comprender que no está sola y que hay toda una maquinaria judicial funcionando para acabar con esta lacra. Es importante reseñar que sufrir el acoso no hace a la víctima de menos ni tampoco infravalorada por los demás compañeros, y nunca debe sentir vergüenza; al contrario, tiene que envalentonarse y acudir a los juzgados a poner la correspondiente denuncia. No debemos dejar pasar ni una y al mínimo indicio de un hecho tan vergonzante como este, ponerlo en conocimiento enseguida y cursar cuantas acciones legales estén a nuestra disposición para que el acosador sea sentado en el banquillo.
Juan Cruz Lara