DESMONTANDO MITOS: LA MÚSICA CLÁSICA NO TIENE EDAD. 11 OBRAS CLÁSICAS PARA DISFRUTAR TENGAS LOS AÑOS QUE TENGAS
Tras el artículo de la semana pasada sobre temas intergeneracionales para disfrutar del rock, hoy vamos a abordar algunas obras de música clásica que también podemos disfrutar en familia, tanto personas adultas como niños y niñas. Existen miles de opciones para buscar y muchísimos estilos diferentes dentro de lo que se engloba como “música clásica”, por lo que no es difícil encontrar piezas muy interesantes con las que podremos imaginar, inventar, recrear, aprender historia, arte, improvisar, relajarnos o también, todo lo contrario.
Repasaremos a través de diferentes obras clásicas, diversas cualidades que no sólo la hacen apta, amena o lúdica para grandes y pequeños, sino que, además, beneficiosa.
Vamos allá.
- El carnaval de los animales, C. Saint-Saens, 1886
Esta pieza fue compuesta como una broma de carnaval, y en ella podemos escuchar a burros, gallinas, leones, y un montón de animales más. Es genial para trabajar la escucha activa, la imaginación, o simplemente pasar un muy divertido rato. Se puede jugar de dos formas: escucharla sin leer qué animal es el que sonará ahora y escribirlo en papelitos. Al final de la obra, ver qué ha puesto cada uno, quién ha acertado, o qué rasgos musicales nos hicieron pensar una u otra cosa. La segunda forma sería leyendo en una primera instancia el animal que va a sonar, y determinar en un papel los rasgos melódicos (tesitura, ritmo, timbre, instrumento…) que escuchamos y que utilizó el compositor para lograrlo.
- Peer Gynt (en la gruta del rey de la montaña) E. Grieg, 1876 Esta pieza de la suite es muy misteriosa. Si leemos la historia de Peer Gynt, veremos que es una escena con mucha tensión, y así nos lo evoca la música, con su intensidad creciente. Podemos inventar una historia fantástica mientras la escuchamos, y si ya conocemos la verdadera, podemos escenificarla, entre otras muchas posibilidades.
- El Cascanueces, 1892, Tchaikovsky. Este ballet también tiene mucho jugo. En él podemos encontrar piezas que nos evocan muy diferentes escenas. Podemos inventar historias, representar lo que escuchamos con movimiento libre, o infinidad de cosas más.
- Overtura de Guillermo Tell, Rossini, 1829. ¿Qué niña o niño no ha jugado nunca a galopar su caballo imaginario? ¡Arrrre caballo, yihaaa!
- Así habló Zaratrustra, R. Strauss, 1896, 2001 una odisea en el espacio. Esta música nos evoca a la película de Stanley Kubrik, pero si nos evadimos de las imágenes asociadas que tenemos los adultos, resulta una obra intensa, profunda, misteriosa e inquietante. ¡Ideal para idear historias épicas.
- Pedro y el Lobo, 1936, S. Prokofiev. He aquí sin duda una pieza de lo más didáctica. Su representación incluye narrador, lo que clarifica mucho más la historia. Aquí el punto interesante es que cada personaje está asociado a un instrumento y a una melodía, por lo que nos ayuda a la escucha activa y al reconocimiento de timbres y de motivos melódicos.
- 2º movimiento del concierto para arpa, flauta y orquesta de Mozart, 1778. Se trata de un movimiento encantador, que podemos utilizar cuando el ambiente en casa está nivel “olla express”. Podemos hacer masajes al ritmo de su melodía, así como utilizarla para rebajar el ambiente a última hora de la tarde, para prepararnos para ir a dormir.
- Ma mére l´oye, M. Ravel, 1910. Se trata de una colección de pequeñas piezas muy divertidas que evocan juegos infantiles. Jugar a papás y mamás, contar la historia de Pulgarcito, o jugar a correr entre las 4 esquinas… Todo ello plasmado en la música del genial compositor francés. Si tienes hijos, nietos o te toca hacer de canguro, éxito asegurado.
- Tres intermezzi, op.117 de J. Brahms. Son 3 canciones de cuna, que el compositor romántico escribió para el niño que nunca tuvo. Tienen partes atormentadas, pero la vida, incluida la de los más pequeños, a veces también lo es. Podemos mecerlos en nuestros brazos, incluso sacar las tensiones del día mientras nos dejamos llevar por la pasión que derrocha la obra. Aprovechar para plasmar nuestras emociones con una actividad tranquila (por ejemplo, la pintura), y poderlas nombrar, aceptar y validar antes de que acabe el día.
- Bolero, Ravel. Comienza con la caja, a todos los niños y no tan niños les gusta hacer percusión con su cuerpo, o con los objetos que encuentran alrededor. Después su hipnotizante melodía va pasando por los diferentes instrumentos de la orquesta. Genial para aprender a distinguir los diferentes timbres que éstos producen.
- Cuadros para una exposición, Mussorgsky. Es una serie de piezas que evocan un visitante en un museo. Hay una pieza recurrente, Promenade, en la que el visitante va andando por los pasillos buscando el siguiente cuadro. Y cada una de las piezas restantes describe una obra pictórica. Es fascinante escuchar la diferencia de carácter entre unos y otros. Esta pieza es fenomenal para que cada uno saque el artista que lleva dentro y dibujar a borbotones mientras escuchamo algunas de sus piezas. Puede ser una magnífica forma de sacar nuestras emociones y poder expresarnos libremente a través del arte.
María Suberviola
@musasyfusas