EL REPOSO DEL RECUERDO
Los chupones despiertan, vengan de donde vengan, y si no, que tire la primera piedra el que piense lo contrario.
La primera vez que observé un chupón (así decíamos en aquel tiempo sin wifi) en el cuello de mi hija mayor, sonreí, fue una sonrisa espontánea, con un componente enorme de sorpresa.
Pensaba que era imposible, pero en ese instante, la quise más. Algo se me movió por el vientre; una sensación de cosquilleo; un calentón en la entrepierna... pronto luché -no sé por qué- contra esa placentera sensación.
Recuerdo en el tiempo de los chupones (que son chupones... nada de "chupetones"!!), la emoción de lo prohibido, la marca permanente de ese "Pecado" y la maravilla de observar su cambio de coloración en los 6 ó 7 magníficos días llenos de gloriosos cosquilleos.
Eran otros tiempos, sin duda, mejores.
Entonces, las chicas tapábamos la marca de lo prohibido, ahí hiciera frío o calor, nos anudábamos al cuello un pañuelo. En casa, nuestras madres, se hacían las locas y nuestros padres, no se enteraban de nada; a las amigas, les enseñábamos con entusiasmo el moretón y la pregunta casi siempre era la misma: majaaa!! quién??!!
Hoy resulta difícil no querer más a una hija tras el hallazgo de aquel viejo Pecado. Cabe, agradecerles, el despertar repentino de tantas emociones reposadas en la memoria.