EL MAGO Y LA FOTÓGRAFA
Se celebraba el día de la Batalla de Puebla, era 5 de mayo, y, asombrosamente, un día de extraordinario calor, desembocó en una tormenta como no se recordaba en los aledaños del lugar donde estuvo el Fuerte de Guadalupe.
En esos días festivos se organizó un evento medieval en la Plaza de Toros de aquel lugar.
Alfonso fue contratado como mago en el evento.
Verónica cubría, como fotógrafa, la celebración popular.
Ambos sobrevivían a sucesos adversos y dramas personales muy tremendos, malviviendo y mal pagados, haciendo lo que de verdad les llenaba: la magia y la fotografía.
El evento fue un éxito en visitantes, teniendo en cuenta que afuera de la Plaza, era imposible transitar debido al fenómeno fabuloso tormentoso.
Cámara en mano, Verónica disparaba a todo lo que se movía, sin poner interés.
Alfonso cautivaba a todos -sobre a todas- por sus artes comunicativas y su extraordinario atractivo físico.
En un instante, en que Verónica enfocaba allí y allá, se detuvo de inmediato en Alfonso y se regodeó en el disparo. Fue la primera foto en modo manual que hizo esa mañana.
Quiso hacer un contrapicado a una equilibrista, entonces sintió unos brazos que la rodeaban y la elevaban suavemente hacia arriba. Era él, el Mago, Alfonso.
En esos segundos, que se hicieron eternos, la persona que había hundido a Verónica emocionalmente, pasaba justo enfrente. Sus miradas se cruzaron, en una mezcla de amor odio, en ese instante intenso, poco racional y menos cotidiano.
Verónica creyó en la Magia, como cuando pequeña. Voló.
Cuando Alfonso bajó al suelo a la obnubilada Vero, ambos se miraron y se abrazaron, no supieron por qué, de ese modo tan inmenso.
Con la excusa de su trabajo, Verónica llevo hasta el arenal a Alfonso, y, en modo más que automático, comenzó a indicarle que posara, que lanzara la chistera hacia ella, que agarrase un capote, como hacían los guiris... antes de darse cuenta y de pisar con realidad la arena, comenzaron a besarse, con el peligro constante de ser descubierto por los organizadores del evento. De ahí, se aventuraron a indagar por las tripas del lugar, terminando por amarse en la capilla y posteriormente en el museo taurino.
Quedaron en verse esa noche, para cortar el rabo y las dos orejas. Pero no fue.
Pasaron más de dos años hasta la llamada de Alfonso. No sabía por qué, pero Verónica apareció en sus pensamientos, en un tiempo en que se encontró solo.
En ocasiones, a los elegidos, por azar o la casualidad, les sucede la Magia. No son conscientes de ello hasta que la realidad supera todas las barreras de la lógica.
Fue una videollamada que prometió otras y, por qué no, el deseo de volver a volar, de volver a poner el modo manual y disparar.
Marta Salas