SALVADOR NAVARRO - ESCRITOR AUTOR DE 'NUNCA SABRÁS QUIÉN FUI
Interruptor
En una larga espera en un edificio público, vi entrar a un hombre mayor en el baño. Entró y salió sin encontrar el interruptor hasta que, mosqueado, dio con él, en tanto lanzaba improperios.
Me dio por reflexionar acerca de lo asumido que tenemos ese interruptor en nuestras rutinas. Un toque y ¡clic!
Se enciende la luz.
El hombre, no como individuo, ha sido capaz de construir a base de ingenio, ensayos, definición de axiomas, interpretación de leyes físicas, químicas, estudios biológicos, astronómicos, botánicos o farmacéuticos todo un sistema que nos rodea en busca del confort, de facilitarnos la vida.
Nos paramos poco a pensar en cómo hemos llegado a todo esto. Nada nos fue dado salvo nuestro intelecto, y la vida en sí, de ahí que resulte admirable cómo nuestros ancestros fueron consiguiendo avanzar, reinventarse, descubrir lo que la naturaleza nos iba dando para lograr que el paso por el mundo fuera menos penoso.
No sólo los hitos del descubrimiento de la bombilla o la penicilina, sino la evolución imparable del hombre hacia el progreso, que nos ha llevado a pertenecer a la generación con más posibilidades de vivir sin incontables penalidades, asumibles hasta no hace mucho.
Vivimos una época de grave crisis, sabemos que gran parte del progreso ha estado mal orientado, que nuestro mundo está contaminado y la atmósfera se resiente, que hay pueblos que aún cabalgan entre las oscuridades de religiones fanáticas o que viven en lugares desérticos donde la hambruna no es noticia.
Aun así, confío en el hombre. En el hombre como ser capaz de hacer frente a las adversidades.
A pesar del puntual episodio del coronavirus, del que saldremos antes que después, es difícil admitir que el mundo vaya a peor cuando hace apenas un siglo la gente moría por enfermedades hoy dóciles, cuando para calentarnos necesitábamos del fuego o de días para recorrer un trozo de nuestro país.
No encontramos un interruptor y nos cabreamos, oímos el sonido de un avión y nos molesta.
¡Mirar al cielo y ver un avión volar!
Con esa potencia, doscientas personas dentro que en un par de horas estarán a dos mil kilómetros de distancia.
Observar esa silueta de pájaro metálico es una sensación mareante si se analiza con el corazón.