Helicóptero
A pesar del inmenso placer que supusieron para mí los quince minutos de vuelo en helicóptero por encima de Manhattan que me regalaron hace unos años, guardo el sabor amargo de haberlo desperdiciado haciendo decenas de fotos que cualquiera sabe dónde se encuentran.
Intento abstraerme trayendo a la mente el momento en que sobrevolábamos en círculo el Empire State, o cuando se lanzó en línea recta a atravesar Central Park, la inmensidad del puente de Brooklyn, los muelles del Hudson... Y todo lo que se me viene a la mente es mi móvil haciendo fotos.
Pensamos más en almacenar historias, aunque sea para contárnoslas a nosotros mismos, que en vivirlas de pleno.
Una buena foto en un lugar espectacular o en un período de tu vida bien definido es un regalo inmenso para los días futuros, pero en los tiempos que corren parece que no hacer una foto de cada amigo con el que cenamos equivale a no haber cenado.
El progreso nos ofrece herramientas preciosas que no siempre sabemos utilizar, imagino que con los años irán encontrando su espacio y su tiempo.
Yo sé que tengo pendiente un vuelo en helicóptero por Manhattan a pleno pulmón, sin electrónica ninguna, con las aspas batiendo el cielo de Nueva York y todo mi espíritu concentrado en saborearlo.
Lo que no sé es si nuestra amiga Isa volvería a hacernos un regalo así.
Autor de 'Nunca sabrás quién fui