Entrometidos
Aunque no siempre es así, sí que me parece una gran reflexión aquélla de 'lo que diferencia a la amistad del amor es la certidumbre'.
Una amistad consolidada, equilibrada y honesta, como siempre tendría que adjetivarse, debería valorar el consejo, el comentario o la crítica como algo inherente al hecho de quererse.
Aun siendo doloroso a veces, porque los amigos son precisamente quienes mejor te conocen, yo no sólo no me quejo sino que les pido que se entrometan en mi vida. Ya soy mayorcito para luego decidir con qué me quedo o cuánto saco de positivo de las sensaciones que me aporten.
Sí, es cierto que la principal virtud de un buen amigo es la de la escucha. Cuando en ocasiones críticas, y me vienen muchas a la cabeza, he acudido a alguna de las personas que me aprecian, siempre ha sido buscando un cómplice. El error consiste, a mi entender, en querer cómplices mudos.
Un buen amigo es el que te desnuda de prejuicios y sabe hacerte ver el ser humano, enorme, pero imperfecto, que tu cuerpo esconde.
Hubo momentos, lejanos y recientes, en que esa fórmula falló, en que las opiniones se tomaron a mal. Y siempre esas amistades comenzaron a enfriarse. Tal vez yo sea por eso una persona de pocos amigos íntimos, quizás por entender mis relaciones de una forma demasiado calvinista, estoica o responsable. No me valen grandes amigos de 'jiji-jaja'.
Quiero que se entrometan en mi vida, porque pienso entrometerme en las suyas. Me importa la felicidad de aquéllos a quienes quiero.
Autor de 'Nunca sabrás quién fui