Cenizas
Por circunstancias, pertenezco al núcleo de personas que había vivido un porcentaje mayoritario de su vida sin pareja.
Mis sucesivos fracasos en el amor fueron quizás la base para construir amistades sólidas en que apoyarme. Tanta gente tan diferente y tan fiel, que no me llaman a diario, que no conocen los detalles de mis rutinas, pero que están ahí.
El verdadero amor correspondido no lo conocí hasta los 36 años. Hay quien no lo conoce nunca.
Desde entonces, he pasado todo tipo de situaciones, graves problemas familiares, momentos de fuerte presión en el trabajo, mudanzas, enfermedades, muertes. Frente a todo ello, puedo decir que éstos han sido los años más felices. A todos los niveles. Cuando me he sentido más persona. Sé apreciarlo en toda su intensidad.
Cuando por las noches me acuesto y siento su brazo envolverme, tomo su mano y la acaricio suave.
No hay problema ni dolor que no solucione ese abrazo de cada noche, esa mano que se deja acariciar por mí. No importan los desengaños pasados, ni los daños olvidados, cuando sé que tengo quien me quiere sin condiciones, alguien a quien ese abrazo le supone el mejor de los somníferos. En esos momentos entre lo real y lo soñado en que voy quedando dormido me planteo un único dolor: dejar de tener esa mano al dormir. Desaparecer algún día y no tenerla.
Cuando no sea más que cenizas esparcidas por el aire y me funda de nuevo con la naturaleza, me gustaría soñar que esa materia, que era yo, echará de menos el haber estado alguna vez tan en sintonía con el universo...
Salvador Navarro - Escritor
Autor de 'Nunca sabrás quién fui