Asumir
Asumir es un verbo que suena mal, pero aún chirría más en los oídos cuando se conjuga en la primera persona del singular, por cuanto nos lleva a enfrentar de cara la parte de la vida que nos desagrada y sobre la que no tenemos dominio.
Es un buen principio para desentumecer los complejos el aprender a ejercitarse en el arte de la asunción.
Todos nacemos con incapacidades.
Yo hubiera querido ser un portento como deportista, tener más pelo, medir diez centímetros más, saber cantar, ser más frívolo o tener a mi madre a mi lado.
La parte más compleja de este juego es establecer la frontera entre aquello sobre lo que sí o no tenemos capacidad de interferir para hacernos más grandes como personas. Una vez que la criba está hecha, lo demás debe quedar en el campo de lo que debemos integrar como parte nuestra.
Hay condicionantes físicos, de nuestro entorno o emocionales que están con nosotros para quedarse.
Siempre.
La mejor forma de convivir con aspectos de nosotros que no nos gustan es aprender a apreciarlos, saber que nuestras pequeñas taras corporales o las limitaciones de nuestro círculo más cercano no deben ser óbice para no potenciar todo lo que de nosotros sí es brillante y sí es capaz de crecer.
Asumir lo que no hubiésemos elegido no tiene por qué saber a derrota, ya que eliminar obstáculos que nos hacen ir más lentos debe convertirse en nuestra mejor victoria.
Ya vale de jugar a perder.
Autor de 'Nunca sabrás quién fui'