“LA SOLEDAD, EL SILENCIO, LA ABNEGACIÓN SIEMPRE FUERON HABITUALES EN EL DÍA A DÍA DEL ARTISTA”
El pensamiento enriquece lo artístico, lo nutre de conceptos, nos hace replantearnos nuestras propias posiciones ante los hechos y dotar a la obra de una cierta profundidad de significados. Mis referentes han ido cambiando según las poéticas por las que han discurrido mis obras.
Cuando trabajaba sobre el camino y el laberinto como metáfora de la existencia, encuentro en primer lugar una resonancia al existencialismo por el que me interesé desde muy joven, con Jean Paul Sartre en primer lugar, aunque también con Albert Camus. El concepto sartriano del espacio hodológico marcó el desarrollo de la instalación Ad vitam. Por otro lado, los estudios sobre laberintos en la antigüedad de Paolo Santarcangeli me abrieron una fuente de iconografía y conocimiento de distintos modelos.
Más adelante, cuando comencé a trabajar sobre la problematización del lenguaje, hay en este sentido una lectura esencial, la del filósofo francés que se decía arqueólogo del lenguaje: Michel Foucault.
Desde que las preocupaciones ecológicas son las que centran mi trabajo, hay un referente que me ha fascinado intensamente: el pensador salvaje que fue Henry David Thoreau. Sus escritos, donde las observaciones sobre la naturaleza son extrapoladas hacia la naturaleza humana, han sido objeto de intervenciones como la realizada en la colección de arte y naturaleza Valdelarte (Thoreau 1816-2016) o incluso series de esculturas como Thoreau. Apuntes del natural. Su vida es un ejemplo para todos como padre de la moderna ecología. Llegué a conocer sus escritos gracias a mi relación con uno de los grandes nombres del naturalismo en España, me refiero a Joaquín Araujo, quien ha escrito algún texto para mis catálogos. El otro gran nombre que he tenido la fortuna de conocer personalmente y realizar algún trabajo conjunto es el de mi paisano Julio Anguita, recientemente desaparecido, todo un filósofo dentro de la política, de una coherencia aplastante con su pensamiento.
Y así podría citar a muchos más referentes que puntualmente me han interesado como es el hecho de que a Platón le podemos atribuir dos curiosos hechos bastantes desconocidos: por un lado su labor matemática como enunciador de los cinco poliedros regulares conocidos como sólidos platónicos (tetraedro, hexaedro, octaedro, dodecaedro e icosaedro); y por otro lado, que de su mano nos encontramos uno de los primeros textos ecológicos, preocupado por la devastación de las arboledas en las islas griegas, debido a la construcción de embarcaciones que participaron en las guerras. Seguro que me dejo atrás muchos nombres que me han influido, pero éstos son algunos de los primordiales para entender mis obras.
¿Qué reacción busca en el público con los discursos que genera? ¿Hay implicación del espectador en ellos?
Por supuesto que buscar la mirada emocionada e interesada del público es uno de los objetivos que todo artista que se precie pretende.
Respecto a mi escultura, participo de distintos recursos encaminados en esa dirección que apelan a la conciencia del ciudadano, a su sensibilidad frente a la percepción de la obra. Me interesa por ejemplo cuidar los títulos de las obras, que considero parte fundamental de la misma; más que ilustrar la materialidad, sugieren miradas tangenciales o aportan algún destello poético. Otro factor es la ubicación en el espacio de la galería, del museo o del espacio público, según la singularidad de cada ámbito, según como se desplieguen las piezas se controla la posición relativa y la direccionalidad de la mirada del espectador, la proyección de sombras, los ocultamientos de formas que precisan de una participación activa para desentrañarlos. Suelo realizar varias visitas comentadas a mis exposiciones, siempre que ello es posible, no sólo para poner de relieve los conceptos que trato, sino para interesarme por el feedback, retroalimentarme de las respuestas perceptivas que se suscitan por quienes las contemplan. Al igual que un poema no existe, si se quedó extraviado en una carpeta o en un cuaderno sin que nadie lo leyera, pienso que la obra como tal no existe más que cuando se enfrenta a la mirada crítica del público. Quien expone se expone a sí mismo, en todo su ser, no puede haber una sensación mayor de desnudo que ésta. Por ello hay que cuidar la elección de las piezas porque ocurre lo mismo que en una conversación: somos dueños de nuestra selección, pero esclavos de nuestras palabras.
Cuando la obra en cuestión es performática, esta descarga de emociones se amplifica pues no estamos ante una representación como tal, sino frente a la presencia misma de la obra mientras que el artista la ejecuta en tiempo real. Por parte del artista se produce una descarga de adrenalina, una sensación incomparable de vida en el presente, pues ya no hay marcha atrás, y este elevado grado de intensidad se transforma en una descarga de emociones que salpica e impregna al público. Dicho público es por su parte la propia materia de la performance, el hilo conductor por el que se transmite la electricidad de la acción, con los poros de su piel muy abiertos, la mente despierta y la mirada ávida. Quien entra en una performance sabe que allí puede suceder cualquier cosa y el artista sabe que ha de corresponder a unas expectativas elevadas.
En el contexto actual, encontrándonos en medio de una pandemia mundial, tanto como artista y como gestor cultural ¿cómo se ha visto afectado en ello? desde su punto de vista, ¿cómo ha perjudicado a la cultura nacional y qué propondría para amenizar las consecuencias?
La soledad, el silencio, la abnegación siempre fueron habituales en el día a día del artista; es por ello que en la fase álgida del confinamiento, muchos/as artistas afrontamos la situación con cierta normalidad, quizá porque siempre hemos tenido algo de confinados. Pero independientemente de estas dinámicas de lo cotidiano en el estudio, la realidad es que la pandemia ha causado un impresionante destrozo que acentúa la crisis de un sector, a su vez en continua crisis: exposiciones canceladas (yo mismo tengo obras en el almacén del Instituto Cervantes de París esperando que la situación permita inaugurar la exposición), imposibilidad de desplazarse con soltura por el territorio, lo que limita nuestros pasos al ámbito de la provincia y a veces ni eso (cuando han habido cierres perimetrales de municipios) lo que dificulta las posibilidades de venta de obras, de realización de encargos pues la visita de los clientes es muy difícil, y de conversaciones con galerías en las que exponer y en su caso de suministrarle material…
Es una situación muy delicada para la cultura en general, quizá algo menos para la literatura y las artes plásticas, pues al menos podemos seguir realizando nuestro trabajo desde la soledad, pero verdaderamente dramática en el mundo del espectáculo. Con un Ministerio de Cultura que ni está ni se le espera, que no acierta a articular unas medidas que como en otros países declaren nuestro sector como “primera necesidad”. No soy partidario de los debates en caliente, ni de señalar culpabilidades, ni de ese tono visceral tan frecuente en nuestro país para verter opiniones. Pero considero un desacierto total en esta legislatura la sustitución del anterior ministro José Guirao Cabrera, un gestor de dilatada trayectoria como director del MNCA Reina Sofía y creador de la Casa Encendida, entre muchas otras responsabilidades. En su corto pero efectivo mandato, se propuso el así llamado “Estatuto del Artista” que a buen seguro hubiera sido un revulsivo en la ardua tarea de dignificar nuestra labor, pensar en una jubilación como el resto de los mortales, y tener derecho a una baja por enfermedad, y disponer de un régimen fiscal acorde a nuestra situación, o luchar contra la precariedad. Es evidente que no siempre triunfa la racionalidad ni prevalecen las buenas gestiones.
En lo que respecta a unas posibles medidas que contribuyan a mejorar la situación del sector, la primera que destacaría es la necesidad de un tipo de IVA mucho más bajo en la venta de la obra de arte (que actualmente es del 21%, aunque el que afecta al artista en la producción de obra es del 10%). Esta mejora con un IVA unificado y mucho más bajo (en Francia es 5,5% y Alemania 7%) incentivaría el coleccionismo. Por otro lado, las ayudas directas al sector que han puesto en marcha las comunidades autónomas debieran hacerse con un criterio riguroso y ponderado para que no ocurra como en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, que ha adquirido una serie de obras a artistas en su gran medida residentes en Sevilla, sin tener en cuenta una cierta distribución de las compras por el resto de las provincias; y de la mayoría disponía piezas o habían expuesto en sus salas, dando muy poca cabida a nombres nuevos y que realmente lo necesiten. España en general y Andalucía en particular, a lo largo de su historia en las primeras y segundas vanguardias, así como en la contemporaneidad, ha sido productora de talento a un nivel alto, pero ello nunca ha ido acompañado de un sector divulgativo, de exhibición y comercio que dé respuesta a ese volumen de creación.
En lo que respecta a mi labor como gestor de cultura contemporánea, como comisario de exposiciones y coordinador de proyectos, el gran inconveniente viene de la dificultad de perseverar en propuestas culturales de calidad que perduren en el tiempo. El gran enemigo de ello son los cambios políticos, y que las personas que entran a ejercer su mandato (diputados, delegados, concejales…) siempre empiezan cortando muchas de las actividades que funcionan y merecerían perdurar, para instaurar otras muchas que son verdaderos fuegos artificiales o flores de un día. Así hemos visto desaparecer en Córdoba, sin ir más lejos, salas como la mítica Puertanueva (donde comisarié cuatro exposiciones) o las del Palacio de la Merced; o entrar en verdadera crisis proyectos como Periféricos sin coordinación ni continuidad, y la casi demolición de la Fundación Provincial de artes Plásticas Rafael Botí que es el organismo dependiente de Diputación que canalizada las políticas sobre artes plásticas en el territorio provincial.
En la actualidad, las redes sociales se han convertido en un dispositivo que permite accesibilidad directa a la cultura, el público se convierte en un espectador con voz que navega por el espacio virtual ¿Qué opina sobre ello relacionado con su práctica?
Yo era en un principio bastante poco receptivo a estas prácticas, en gran medida por desconfianza, pues en no pocas ocasiones veo que cumplen una función de ensanchamiento del ego que me parece muy pueril; pueden proyectar unas imágenes muy deformadas de la realidad y, como ocurre en el mito de la caverna de Platón, hacernos creer que esas sombras son verdaderas realidades; o porque podemos llegar a autoesclavizarnos sin necesidad de que nadie nos obligue, sólo por seguir una corriente que por mayoritaria no tiene por qué ser correcta.
Pero después he ido resolviendo esos prejuicios en favor de lo que me es útil. Primero actúo como si de una tertulia se tratara y tengo cierto cuidado de vincularme sólo con personas que me pueden aportar contenidos interesantes. No se trata de número de seguidores ni de dedos hacia arriba, ni de corazones, sino de ver mensajes, ideas, comportamientos que pueda considerar interesantes. Por otro lado, es evidente que el trabajo de cualquier artista gana en visibilidad, y en tiempo real puedes compartirlo y encontrar opiniones muy útiles. Finalmente, las posibilidades de divulgación son enormes, hay galerías y clientes que me han contactado gracias a ver durante un tiempo distintas obras en redes y poder seguirme asiduamente. Las visitas comentadas, las inauguraciones, los talleres, los anuncio con anterioridad y así consigo un poder de convocatoria que de otro modo sería inviable, ello siempre con el cuidado de optimizar lo que se muestra porque un exceso de información en imágenes puede derivar en que las personas terminen por ver las exposiciones en sus dispositivos, y no en la realidad como sería adecuado.
¿Qué 3 referencias artísticas de otrxs que le hayan fascinado compartiría con nosotrxs? (literatura, artes plásticas, visuales, cine, teatro, etc)
Puesto que invierto mucho tiempo en la literatura, que me entretiene al tiempo que me nutre, aparte de los nombres que he citado como pensadores, no podría dejar pasar mi devoción por el tono desasosegado al tiempo que cercano de Antonio Muñoz Molina, la escritura casi hipnótica (aunque discrepo en muchos aspectos) de Michel Houellebecq, o la poesía siempre inspiradora por su esencialidad de José Ángel Valente.
En las artes plásticas sería muy difícil comprimir tanto la lista, aunque quiero comenzar destacando a un gran amigo y paisano, el pintor que a mi entender ha llegado más lejos en el empleo del collage: Miguel Rasero. Sin salir de Córdoba, mi admiración es absoluta hacia el universal Pepe Espaliú, por su sobriedad formal, elegancia desmesurada y el tratamiento del conflicto dentro de lo conceptual, sobre el dolor, el sexo, la identidad enmascarada… Y para salir del terruño, citaría a Andy Goldsworthy, un artista posterior al land art que adopta soluciones casi siempre efímeras, hechas con sus propias manos en los lugares más singulares y con las materias más variadas, y todo ello de una sobrecogedora belleza.
En las artes visuales creo que sería ingrato si no citara a Bartolomé Ferrando y Esther Ferrer, cuya teorías y prácticas de la performance son para mí un referente; junto al videoarte de Bill Viola, por ejemplo.
Respecto al cine, comenzaría con cualquier obra de José Luis Guerín, cuyo sentido estético y naturalidad me atrapa plenamente. Junto a películas que me vienen a la memoria como “La gran belleza” de Paolo Sorrentino, que me dio mucho que pensar en cómo inciden los traumas de juventud en un esteta; o una que acabo de ver, “Nomadland” de Chloé Zhao que me ha impresionado sobre la vida como viaje y el sentido de renuncia a lo superfluo.
Más información sobre el artista Javier Flores en su página web: https://javierflorescastillero.es/