Perdón
Madurar es asumir nuestras limitaciones, pero aceptar que somos muy imperfectos es un sapo duro de tragar. Rebelarse contra nuestras miserias puede resultar un ejercicio honesto, pero no muy productivo. Es más sano saberse perdonar.
No sé dónde está la línea, pero existe, a partir de la cual tu bienestar personal cuenta más que las ambiciones de triunfo, por modestas que éstas sean. No hay que dejar de exigirse, lo contrario es dejarse ir y eso lleva al pozo, pero sin establecerse metas imposibles que nos frustren cada cierto tiempo por lo que pudimos ser y no fuimos. Las metas deben ser realistas, alcanzables, motivadoras.
Es agotador darse latigazos por no cumplir expectativas que uno no sabe bien si nos hemos autoimpuesto o vienen envenenadas, camufladas, desde fuera.
Vivir perdonándose es una terapia brutal para crecer. Me perdono porque me quiero, y no sé vivir sin mí.
Salvador Navarro - Escritor
Autor de 'Nunca sabrás quién fui'